El Club de la Tragedia: Inmovilismo Sostenible
La ONU ha declarado a 2012 "El Año Internacional de la Energía Sostenible para todos" que, salvando lo desacertado de su título (no me imagino un período de tiempo que no sea "internacional", pero tampoco soy capaz de atribuírle muchos adjetivos calificativos coherentes), tiene loables deseos para la humanidad sufriente, proyectados en el horizonte de 2030:
- Garantizar el acceso universal a servicios energéticos modernos.
- Reducir la intensidad energética mundial en un 40%.
- Incrementar el uso de la energía renovable a nivel mundial al 30%.
(Los he copiado literalmente de la página web de la entidad).
Pertenezco al selecto grupo de escépticos que consideran que los objetivos de sostenibilidad o sustentabilidad son formas nada inocentes de mantener las cosas como están, tranquilizando algunas conciencias no demasiado críticas.
Entre las muchas razones (por no concentrarnos en la realidad misma, que está negando persistentemente los avances en el cumplimiento de tan loables intenciones), apunto en este Comentario una muy cruel, y que afecta al núcleo tecnológico de los países más ricos.
Su formulación podía ser ésta: Los grupos empresariales más potentes en una economía de mercado están interesados en controlar todos los avances tecnológicos. La aparición de cualquier tecnología que pudiera suponer una vía más eficiente de fabricar un producto de alto consumo o de satisfacer una necesidad mayor, implicaría, si no se ataja a tiempo, la generación de un nuevo grupo que se incrustaría en la élite económica, lo que, de forma natural, se abomina por parte de quienes están ya en ella.
En consecuencia, tan pronto como se detecta una línea de investigación o un producto novedoso que pueda causar perjuicio a la cuota de mercado, los grandes grupos tratarán de comprar la patente, absorber la incipiente sociedad o destruir su viabilidad (empleando las artimañas precisas).
Esta fuerza opaca de reacción, resistente a los avances tecnológicos aunque revista apariencias engañosas, es lo que llamaría "inmovilismo sostenible", y tiene muchas más opciones de vencer que el "desarrollo sustentable", porque está dirigida desde el mayor poder conocido de nuestra sociedad: el mercado.
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