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Al Socaire de El blog de Angel Arias

El Club de la Tragedia: Entre vivir del cuento y estársela jugando

Cuando afloró la envidia, con la que nuestros compañeros centroeuropeos en ese proyecto en reconstrucción permanente que se llama actualmente Unión Europea, observaban nuestro disfrute del momento, se expandió la idea de que los españoles estábamos viviendo del cuento.

Que no teníamos con qué responder, vamos. Y, alarmados por la posibilidad de que no pudiéramos pagar lo que nos habían dado prestado para construir puentes hacia el futuro, los dueños de las ruletas de las finanzas nos negaron el crédito. Por eso, hemos tenido que pagar más caro los dineros que necesitamos para abonar los intereses por los dineros que necesitábamos, haciendo imposible, si Dios no lo remedia -lo que nos es nada probable-, metidos en una recesión de caballo, que podamos conseguir los dineros que necesitaremos.

No estoy dispuesto a admitir que mis compatriotas y yo hayamos estado todos viviendo del cuento, porque me consta que bastantes hemos venido currando como el que más (de esos de fuera) y nunca dejamos de hacer los deberes, no ya los propios, sino incluso los de los rezagados de la clase.

Pero, para algún ciudadano la teoría de vivir del cuento, o con los cuentos debe hallarse muy enraizada, porque hasta el presidente del país los utiliza, en las contadas ocasiones (una) en que le entrevistan por la tele, como argumento principal para responder a una batería de preguntas de hasta seis periodistas que, visto a posteriori, podían haberse ahorrado la comparecencia, porque no le sacaron nada en limpio.

Nos la estamos jugando, o nos la están jugando, que ya no me atrevo a decir si es lo mismo, porque, aunque tengo claro quienes están de un lado o de otro de la mesa de juego, hacen falta crupiers y ludópatas para montar un casino.

En estos últimos días (no los de Pompeya, toco madera) hemos sabido que un magnate, un tycon de esos que saben donde hay que invertir para obtener la máxima rentabilidad a su dinero, ha elegido Madrid, la capital de los que viven del cuento, para montar una gran ciudad del juego. No se sabe exactamente el lugar del territorio madrileño en donde aposentará su cagada (con perdón), pero sí que, analizados los pros y los contras con Barcelona, encuentra más favorables a sus intereses los aires capitalinos.

Los tiempos han cambiado mucho. Hace unas décadas, los proyectos de desarrollo regional apuntaban a las llamadas -entonces- nuevas tecnologías, materiales capaces de resistir altas solicitaciones, cosas de esas. Hoy, el futuro está en la especulación, la expectativa de enriquecerse en operaciones de fortuna en las que una bolita da vueltas o unas cartas combinan de determinada manera.

Hagan su juego, señores. Quedan pocas plazas para sacarnos hasta los higadillos, que hasta la hijuela la damos por perdida.

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