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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Ingenieria para Abogados y Economistas. Cómo generar empleo sin destruirlo

Este es uno de los capítulos centrales del Manual, y en donde se pueden entender mejor las diferencias de formación, planteamientos prácticos y propuestas de solución a un problema concreto que se detectan en estas tres profesiones que aparecen vinculadas en estas páginas.

La generación de empleo es uno de los objetivos centrales de toda sociedad, no ya porque la población tenga una tendencia creciente y ni siquiera porque todo individuo tiene la aspiración (y hasta, en algunas Constituciones, el derecho) de mejorar su nivel de vida. Por si no fueran suficientes estos argumentos, es preciso generar empleo de forma casi continua porque la competencia, la obsolescencia, el cambio de intereses por parte de los demandantes y la tecnología, están desplazando, más o menos drásticamente, la demanda de mano de obra y la cualificación desde unos sectores a otros.

No es posible mejorar empleo con un mayor control económico. De hecho, la experiencia demuestra que el control reduce el empleo, pues al eliminar gastos superfluos -típicamente, en personal- se disminuyen las plantillas operativas. Las administraciones públicas, que albergan, como característica intrínseca, bolsas de ineficiencia, son excelentes generadoras de empleo, como bien saben los políticos (que suelen emplear a sus correligionarios), lo que las conduce periódicamente a su insolvencia, a retrasos continuados en los pagos a sus acreedores y a periódicos ajustes drásticos de presupuesto, hasta que las arcas vuelven a tener liquidez.

Tampoco es posible generar empleo con un incremento del acervo legislativo. Cuanto más numeroso y prolijo sea el cuerpo legal, más dificultades habrá para crear empresas y mantener rentables a las existentes. A menudo se cree que promulgando muchas nuevas leyes, decretos e incluso reglamentos, se consigue una mayor eficacia en el sistema productivo; lamentablemente, la experiencia demuestra lo contrario, salvo que el ciclo económico tenga un período de bonanza relativamente largo.

La realidad es que si se incrementa el número de leyes cuando se está saliendo de una recesión, se impide o retrasa la recuperación; cuando se está en camino de aquella, el aumento del bagaje legislativo, con la lógica presión de mayor control y las sanciones que acarrean (porque, en otro caso, las leyes se convierten en un adorno jurídico), precipita la debacle económica. Hay que aprovechar los períodos de crecimiento estable para aumentar la presión, aunque estando en disposición de disminuir la tensión legal (me refiero a la administrativa, no obviamente a cambiar los códigos penal o civil, y ni siquiera en las zonas que tengan relación con lo mercantil), cuando la economía se enfríe.

En ambos supuestos, podría objetarse que, además de ser necesarios para el óptimo funcionamiento de una sociedad, el mayor control económico y la necesidad de observancia de un gran número de leyes (con todo el aparato de control y sanción que aparejan) crean empleo para economistas y licenciados en derecho.

Esto es así, pero el profundizar en esa idea-fuerza (engañosa, y corta de alcance) nos llevaría a la paradoja del hijo del cristalero, propuesta por el economista libertario Frederic Bastiat en el siglo XIX, y tan estupendamente glosada por Charles Chaplin en El chico. Rompiendo cristales no se hace más rico el cristalero, sino que toda la colectividad se acaba empobreciendo -incluído el propio cristalero-, como sucede cuando la productividad se concentra en la recuperación de lo perdido, y no en actividades generadoras de plusvalía.

Si quieren que su comunidad prospere, los cristaleros deben hacer buenos cristales, duraderos y bonitos, con diseños elegantes; y si la demanda de su colectividad no da para más, tratará de venderlos a las vecinas; y cuando todos tengan cristales duraderos y bonitos -y posiblemente haya unos cuantos cristaleros más que hayan aprendido el oficio en su establecimiento y le estén haciendo la competencia-, lo que le corresponde es, si es industrioso, empezar a hacer madreñas, sombreros, o bolsos -si hay necesidad y no se cubre- e incluso puede probar a montar un restaurante de comida casera, hasta que le llegue la edad en que pueda vivir el resto de su vida con lo ahorrado.

(continuará)

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