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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Amigos, felicidad y redes sociales

Mientras aquí seguimos pedaleando en el tarro de nata en el que nos han tirado, esperando que se haga mantequilla para poder salir del atolladero, en otros sitios nadan en la abundancia.

No de otra forma se explica que se concedan subvenciones para realizar tesis doctorales sobre lo que cualquiera con dos dedos de frente reconoce como obvio: Facebook no da felicidad, sino que, incluso, a partir de cierto número de amigos, produce estrés y revela problemas emocionales para relacionarse en el mundo físico.

Esta conclusión para cuyo hallazgo no hacían falta grandes alforjas, fue obtenida, tras analizar sicológicamente a 300 universitarios adictos a las redes, por un grupo de sociólogos de la Western Illinois. El estudio confirmó -evito emplear la palabra "revelar"- que, cuantos más amigos se tienen en Facebook, más narcisista es el perfil y más riesgo de que surjan tensiones de personalidad en el sujeto al que, en principio, tantos afectos virtuales le exigen demostraciones de cariño, seguimiento y atención.

El asunto, fríamente considerado, tiene dos vertientes: una, la ausencia de objetivos o la ignorancia culpable de lo que puede conseguirse con miles de contactos virtuales, por parte de quien se obstina en acumular amigos, atrapándolos como sea en las redes sociales, obsesionado por alcanzar al cupo en el que el servidor del programa le anuncia que "no va más".

Porque está claro que, salvo que se encuentre uno en campaña electoral o venda productos cosméticos (o equivalentes), ningún interés tiene llamar amigos, aunque sean etéreos, a gentes que ni se conoce ni maldita la falta.

Pero la vertiente más empinada del caso se encentra por la ladera de creerse que habrá relación entre ambos mundos, y que esos miles de amigos virtuales se pasarán, algún día al mundo real y nos servirán para conseguir algo de lo que anhelamos.

Esta dislocación respecto al mundo real es la que me parece definitiva para calificar de caso patológico a quien se muestre orgulloso de tener 5.000+ amigos en alguna red social, sin haber salido en Gran Hermano, llamarse Ronaldo o Leo o dedicarse a ofrecer servicios sexuales telemáticos.

¿Qué pretende? ¿Encontrar trabajo, vender sus dibujos, terminar la soltería, que le lean lo que escribe, que le admiren por lo que elucubra?. ¿Tal vez asocia, en su fuero interno, que tener más amigos implica más capacidad de acción, mérito, opciones de qué sabe quién?

¿Es que no se ha enterado todavía de la forma eficiente de conseguir poder? ¿No le sugiere nada echar un vistazo a las relaciones personales -tangibles, con lazos familiares sólidos, billeteras, puestos en los consejos, cacerías, hoyportíes mañanapormíes- entre políticos, banqueros, grandes empresarios, bajando de las nubes de lo metafísico al terreno enfangado de la realidad en el que se nutren los negocios?

Lo que ya no tengo claro es si estas amistades reales, estos contubernios afectivos, producen la felicidad de quienes los tejen y manejan. Más seguro tengo que, de cuando en vez, son las razones de la infelicidad de los que no los tenemos por amigos, ni -perdónesenos la insolencia-, por lo general, ganas de tenerlos.

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