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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Picatueros y pejigueros

Entre los numerosos pájaros de aspecto humano que componen nuestra fauna, no son raros de ver, puesto que no solamente no se ocultan, sino que hasta hacen ostentación de su peculiar naturaleza, los picatueros y los pejigueros. Por cierto que estos últimos son muy parecidos, hasta el punto que solo los especialistas pueden distinguirlos, a los pijoteros.

Hay que hacer, sin embargo, la aclaración de que los picatueros son endémicos de Asturias, una pequeña región que, a pesar de estar cerca del ombligo del mundo, como continuamente se esfuerzan en demostrar los nacidos en ella, los mapas foráneos se obstinan en situar en todos las periferias.

Los picatueros se caracterizan porque se pasan la mayor parte del tiempo en que están con otros seres humanos, poniéndoles a prueba, buscándoles las cosquillas, metiendo cizaña, tocándoles los pinreles (y otras glándulas), y, en fin, ocupados en cualesquiera formas y maneras que puedan servir para sacarles de sus casillas.

Resulta muy curioso, y es la demostración de que los picatueros no tienen intención de sacar rentabilidad de tantos esfuerzos, sino que únicamente buscan el placer relativo de ver al otro fuera de sí, desconcertado y aturdido, que, cuando sienten que la paciencia de su víctima está llegando al límite, se van con viento fresco a molestar con sus artes a otro individuo.

Lo que no ha de ser interpretado, ni mucho menos, que el picatuero no vuelva, pasado un corto tiempo, a darle picotazos a la misma madera, a la que tal vez quieran martillear desde otro ángulo, y todo con la misma intención exigüa y cicatera de notar el malestar que provocan en los otros.

Los pejigueros están más extendidos, y aunque suelen especializarse en relación con los hábitats propicios, se distinguen por poner pegas a todo.

Algunos pejigueros alcanzan puestos muy altos en la pirámide social, en donde -por razones misteriosas- son apreciados por otros pájaros depredadores, que ocupan posiciones relevantes, transmitidas de generación en generación o, en no pocos casos, adquiridas utilizando variadas artes que no han podido ser analizadas en profundidad, aunque tienen que ver, se cree, con la libertad de mercado, la posesión del dinero y el arte de mantener el poder a trancas y barrancas. 

La mayor parte de los pejigueros se quedan sin embargo, como simples pijoteros, que solo ven dificultades sin atisbar soluciones ni obligar a que otros se expriman el majín para encontrarlas (como sucede con la subespecie que he pretendido caracterizar en el párrafo anterior).

El efecto común más propio de la actuación de picatueros y pejigueros es impedir que la convivencia se desarrolle cómodamente. Crean un barullo insoportable y, si hubiera forma, lo más aconsejable sería separar a ambas especies, dándoles caña y dejándolas en ridículo de inmediato allí donde se las encuentre.

Porque lo que han revelado las investigaciones más recientes es que ambos grupos son cobardes, y cuando se les enfrenta con argumentos, se arrugan y pierden su condición, es decir, plumas, transmutándose en seres inocuos, o viéndose obligados a emigrar a nuevos terrenos que les resulten propicios, lo que sería ya un problema solo para ellos, y no para las colectividades en donde se asientan, dejando en libertad a los que hostigan para que éstos hagan lo que saben hacer, sin que les importunen esos parásitos.

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