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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Por favor, que alguien saque la cabra del redil eléctrico

En el libro de Abrasha Rotemberg "Chistes judíos que me contó mi padre", se cuenta el relato de la cabra y la liberación que sintió la devota familia cuando fue autorizada por el rabino a prescindir de ella. (1)

Antonio Carbajal, ingeniero industrial que, después de un largo periplo profesional, ha recalado en Garrigues Medio Ambiente, me trajo a la memoria el cuento,  con su crítica intervención, el 3 de febrero de 2012, como ponente en la interesante Jornada sobre "La hoja de ruta 2050 de la energía de la Unión Europea", del así llamado Grupo de Reflexión sobre Energía y Desarrollo Sostenible (GREDS), que es una de las creaciones de la cátedra BP, cuyo animador es el incansable Juan Ignacio Pérez Arriaga.

Por supuesto, el ponente principal del acto fue el propio Pérez Arriaga, quien presentó, y brillantemente, como es norma de la casa, el estado actual de las intenciones comunitarias respecto a lo que nos prepara en el plato de la energía. Utilizó, en una parte de su presentación, transparencias de Helen Doroghue (DG Energy) procedentes de una charla a la que había asistido en Bruselas "hace un par de semanas".

Antes de repasar los diferentes escenarios de evolución del mix energético para alcanzar los sustanciales niveles de descarbonización que la Comisión pretende que asuma, en solitario, la Unión Europea, Pérez Arriaga se preguntaba: ¿Es relevante lo que haga la Unión? Con un 12 a 13% de la contribución total a la producción de CO2, que bajará al 8 % en 2025 y la asunción de que, por ejemplo, reducir de un 20 a un 30% la emisión de CO2 equivalente en 2020 equivaldría a un ahorro de emisiones de 0,4 Gt (equivalente a las emisiones de China en dos semanas), la dimensión del esfuerzo europeo queda perfectamente encuadrado, en lo cuantitativo.

Pero en lo cualitativo, Pérez Arriaga está convencido de que merece la pena, y presentó dos razones: 1) el nivel de vida medio europeo es superior al de las poblaciones de India o China, por ejemplo, y nos corresponde "marcar el camino" y 2) las decisiones en la Unión Europea se toman a nivel alejado de las discusiones e intereses políticos que condicionan los Parlamentos Estatales, y, por ello, son más objetivas y sensibles hacia preocupaciones globales.

Carbajal había preparado su intervención en un sentido diferente: "No todo el mundo tiene clara la relación entre energía y empleo", anunció, para abrir boca, mientras presentaba un triángulo cuyos vértices eran sostenibilidad, seguridad de suministro y eficiencia (que relacionó directamente con el empleo). Y, después de aportar a la memoria algunos titulares recientes sobre la magnitud de la crisis, afirmó "no creerse los estudios voluntaristas" que hablan del empleo respetuoso con el ambiente, citando, por ejemplo, los que hablan de 1,4 millones creados en 2005 y de la previsión de que otros 2 millones aparecerían si se redujera en un 30% la producción de CO2.

Se dijeron muchas más cosas en la Jornada, pero traslado aquí esta idea: La preocupación por el cambio climático está condicionando, en una época de crisis, medidas aceleradas que nos costarán más dinero y generarán más desempleo, por la consecuente pérdida de competitividad de nuestras empresas. Que alguien saque la cabra cuanto antes. Si es cierto lo que dicen del calentamiento global, es evidente para los que conocemos la Historia que no se va a conseguir un acuerdo mundial para contener las emisiones.

Por eso, puestos a decidir, prefiero estar entre los que se morirán con el estómago lleno que no con los del estómago vacío por haber fracasado en conseguir un objetivo imposible.

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(1) No pretendo con esta escueta referencia destruir el efecto del magnífico relato, al que he encontrado muchas aplicaciones en la vida, sino evitar el desvío de la atención del lector respecto al mensaje central de este Comentario.

El cuento habla de un jefe de familia que le pidió consejo a su rabino acerca de cómo actuar. Vivía apretadamente con su mujer, cuatro hijos y su suegra en solo dos habitaciones y todos se le quejaban amargamente. El rabino le aconsejó que comprara una cabra y la introdujera en la vivienda. Al cabo de un par de semanas, el hombre se cruzó con el rabino, que se interesó por cómo le iban las cosas: "Horrible -contestó el desgraciado-. La cabra no nos deja vivir y lo ha complicado todo: se bebe la leche de mi suegra, cocea a los niños, se ha comido el mejor vestido de mi mujer. La situación es insoportable.". "Perfecto -le replicó el sabio líder espiritual- Vende la cabra". Y, desde entonces, cuenta el narrador, reinó la felicidad en aquella casa.

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