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Al Socaire de El blog de Angel Arias

¿Qué es lo que puntúan las agencias de calificación?

Agencias de calificación hay muchas, pero de lo que se habla más últimamente es de las agencias de calificación de riesgos, que incluso, por razones de alóctonos, sabemos expresar en ingles: credit rating agencies.

No dudamos, por lo que vamos notando, que esas misteriosas agrupaciones de expertos en análisis de datos influyen en nuestras vidas, aunque ayudaría bastante a que no les diéramos tanta importancia si nuestros principales no actuaran como si la culpa de lo que concluyen con sus contundentes puntuaciones fuera nuestra, de los ciudadanos de a pie (o transporte público, utilitario, o bicicleta, que tanto da).

Se nos acusa de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, contrayendo créditos que solo podríamos pagar si se fueran a mantener los salarios de trabajos que hemos perdido por culpa de la crisis. Se nos censura haber elegido mayoritariamente un gobierno que nos engañó -al parecer- indicándonos que nos encontrábamos a resguardo, porque nuestras estructuras financieras y económicas eran más sólidas que las de cualquier vecino, incluso el del zumosol americano.

En esa línea de argumentación, cuyo detalle ahorro al lector, se expresaría, en fin, que las agencias de calificación están valorando nuestra capacidad para construir un futuro creíble, sólido, y, -atribuyéndonos una mayor propensión a ser mani-rotos, torpeza para vencer dificultades en explotar eficazmente nuestras reservas naturales o, tal vez, exceso de reticencias éticas para apropiarnos de las ajenas, en comparación con otros Estados selectos del orbe-, aconsejan a sus clientes y seguidores que tengan mucho cuidado si invierten apostando por nuestro porvenir, dado nuestro inmediato pasado.

Llevados por esa argumentación, nuestros dirigentes políticos ponen en marcha medidas de austeridad, nos suben los impuestos, bajan los salarios efectivos de los empleados públicos, anulan inversiones en infraestructuras que dejan a medio teminar, y prometen, hablando para el vacío telemático, que harán con nuestros cuerpecitos lo que les digan cualesquiera que sean los que andan por ahí, incluso ofreciendo unos cuantos miles o millones de ciudadanos a las fauces del paro y la miseria.

¿Y si las agencias de rating, en esos sus misteriosos cubículos de análisis, con esas sus fórmulas arcanas y esos sus confidenciales procedimientos retorcidos, no nos estuvieran puntuando nuestra voluntad o capacidad para devolver, con creces, como siempre hemos hecho, lo que nos han prestado los que quieren invertir en nuestra capacidad de trabajo, sino presionándonos aún más sobre esa capacidad, para que aumentemos nuestro rendimiento en beneficio de sus clientes y amigos?

¿Y si las agencias estuvieran puntuando, no nuestra solvencia, sino lo que opinan de un país en el que, presuntamente, hasta los miembros de la familia real engañan a la Hacienda Pública; los portavoces de cada partido tildan de incompetentes y obtusos a los contrarios; se descubre cada dos por tres que un número indeterminado, pero creciente, de sedicentes representantes populares ha vivido encapirotado en la corrupción más trapacera; se enjuicia a jueces por haber aplicado el derecho y la ética; algunos de sus empresarios más significativos trasladan sus plusvalías al extranjero; se valora más en los centros de decisión la sumisión que la capacidad; se investiga a no pocos de sus mejores deportistas por el placer de comprobar si se drogan; se tolera el fraude fiscal como un mal inevitable; etc.?

Y si fuera así, tal vez, lo que estarían es invitando a los más inteligentes, formados y capaces de nuestros conciudadanos a que se marchen a otro lugar en que se aprecie su deseo de construir un futuro mejor para la humanidad, no para cuatro especuladores con el trabajo de los demás.

 

 

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