De recortes y sin medidas de estímulo
El gobierno de Rajoy ha empezado la singladura echando mano del manual de instrucciones básicas a seguir por el nuevo consejero delegado de empresa, cuando ha habido cambio de accionistas en la compañía: empeorando las previsiones que emitió la ejecutiva saliente, y afirmando que se le ocultó información relevante.
En la intervención del nuevo Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro -que contestaba a una pregunta directa, y por tanto, molesta, de un periodista presente en la sala en la que comparecían cuatro de los nuevos miembros del Gobierno, en rueda de prensa después de la primera reunión propiamente decisoria quedó claro que la modificación al alza -¡en dos puntos! (1)- de la previsión de déficit presupuestario, que justificaba un ajuste fiscal bastante más duro del esperado y anunciado hasta entonces, quedó claro que la previsión no se había basado en nuevos datos, sino en un sentimiento, una apreciación, un feeling, que dirían los anglófilos.
La subida de impuestos y los recortes presupuestarios pertenecen al catecismo de una economía cuando, al hacer las cuentas, se advierte que no hay dinero para pagar los gastos. El reparto de las cargas es, desde luego, relativamente progresista -no "equitativo", como se esforzaron en repetir tanto la vicepresidenta Saenz de Santamaría como el propio Montoro- y las reducciones de gasto, en la medida que anuncian eliminación de redundancias y despilfarros, son bien venidos, aunque la primera incumple el programa del Partido Popular, que se había comprometido a no subir la carga fiscal.
Pero lo más grave es que no se tratan de medidas de reactivación. No hay una sola medida de estímulo a la economía. El Gobierno se ha olvidado de la parte más sustancial de un programa que debe generar confianza en el futuro. Falta acoger las propuestas de los pequeños y medianos empresarios, escuchar a los técnicos de la economía real, insuflar de directrices y plasmación de ideas para el desarrollo de las líneas de futuro, de progreso, que generan actividad y, por tanto, empleo.
Ahora y hasta que no se adopten medidas de estímulo a la economía, lo que se ha anunciado es que se reducirá aún más el consumo, que habrá menos obra pública, menos gasto útil para generar iniciativas nuevas y, por tanto, además de ser más pobres, seguimos sin ver luz en el agujero.
Ingenieros e ingeniosos, al salón, por favor. Y, de paso, rogamos a los juristas -invitados a plantear contenciosos y demandas incluso penales por supuesta malversación de fondos públicos del anterior ejecutivo, o a defenderse de haberlo hecho bien, denunciando las acusaciones ya expresadas por el nuevo Gobierno de que habían actuado con ligereza-, que, por favor, no endurezcan más el ambiente, sino que nos devuelvan la calma necesaria para trabajar para recomponer lo que tenemos maltrecho, suprimiendo los brotes de acritud y recuperando la sintonía que creíamos haber detectado en el período de cambio de poderes.
Lo necesitamos mucho.
( 1 ) De un 6 a un 8%.
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