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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Entre economistas y licenciados en derecho

Hace ya bastantes años, nos hicimos eco en otro lugar de una idea cuyo mensaje se nos antojó digno de análisis: para conocer la confianza en el futuro de una entidad basta conocer la formación profesional de sus responsables.

Y explicábamos: si se pone el énfasis en encontrar nuevas oportunidades y desarrollar nuevas líneas de actividad, porque la coyuntura es de bonanza, se habrá elegido a ingenieros; si la empresa va mal, tiene dificultades de control económico pero se cree que podrá salir adelante, estarán economistas al mando; y si el asunto va realmente catastrófico, encontrándose la entidad abocada al cierre y crecen las reclamaciones de proveedores y clientes, el objetivo principal será salvar los muebles y, por ello, lo más probable es que al volante se encuentre un licenciado en derecho.

No es, por supuesto, doctrina universal, pero algo nos sigue indicando que sigue sirviendo como regla del pulgar. Por eso, teniendo a la vista de los currícula de los trece ministros que el 21 de diciembre de 2011 fueron designados por Mariano Rajoy, y encontrando que, entre ellos, solo hay un ingeniero (industrial), al que se encomienda la cartera de Interior, es posible deducir el diagnóstico que el presidente de Gobierno hace de la situación del país: el momento no está para nuevas ideas, y aunque habrá que cuidar la caja de los dineros, es más importante defenderse que atacar, porque la res publica huele a chamusquina.

Contamos, en efecto, a siete ministros licenciados en derecho (titulación que es también la del propio Presidente) y a tres economistas (aunque hay dos ministros que tienen la doble licenciatura en derecho y economía, lo que eleva a cinco el número de diplomas de los que han elegido formarse en el control de las monedas).

No parece, sin embargo, que, al margen de la titulación en derecho o en economía, los diplomas de otras disciplinas hayan influído para encomendar la responsabilidad de los Ministerios, puesto que no se enseña mucha metodología de seguridad del Estado en ingeniería industrial -que sepamos- ni los licenciados en cirugía podrán acreditar saber de infraestructuras civiles (aunque hay que saber algo de teoría de fluidos para acertar por dónde cortar sin arriesgar vaciar los depósitos del paciente, y no dudar al hacer un buen by-pass o realizar oportunos drenajes a los humores corporales).

Hay que desear, por la cuenta que nos tiene, suerte a los nuevos trece ministros y a su seleccionador y capitán. Son todos gente conocida en la política, o sea que su talante no proporcionará sorpresas a los que vigilan las formas: de actitud dialogante en apariencia pero acostumbrados, por contra, a hacer lo que les parezca bien, o sea, les pete a ellos o a quienes convenga. Sonrisas para la calle y concentración para hacer lo que sea necesario en los despachos.

De momento, la consecuencia más sonora del nombramiento ministerial es que, al asignar a Alberto Ruiz Gallardón una cartera (pedimos disculpas por haber forzado con nuestro comentario de ayer el que, a última hora, se haya incorporado a Pedro Morenés al Ministerio de Defensa, desplazando de esta posición al alcalde de Madrid), Ana Botella, vicealcaldesa en la capital y política perteneciente a la saga de los Aznar, ascienda a regidora.

Rajoy ha apostado, con este Gabinete, por -aún con mayor énfasis que el de controlar los dineros y ajustar las finanzas con ajustes por lo fino- tener preparada la parafernalia legal que aplique los parches jurídicos al barco agujereado del Estado de bienestar. 

Se infiere que, como sucedió con los gobiernos de Zapatero y viene siendo la tónica de los ejecutivos de la democracia en España, los que mandan en las cosas del Estado están convencidos de que, o no es momento para ingenieros o estos no sirven para que se les confíe el mando principal de un Ministerio, condenándolos a ser fontaneros de segunda.

Es el vacío más notable que encontramos en esta selección de incondicionales, todos productos intelectuales de la derecha moderada, con la que Mariano Rajoy que, no hay que dudarlo un instante, desea hacer las cosas bien/muy bien, comienza su legislatura. 

Suerte, pues. Y a esperar, nuevamente, que nos llegue la hora de pensar en construir con nuevas ideas el futuro.

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