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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Desde el voto al chápiro verde al mecachis en tal

El chápiro verde no se presenta a las elecciones municipales y autonómicas y, por lo tanto, no se sabrá nunca cuántos votos hubiera alcanzado. Ni siquiera es posible ponerse de acuerdo respecto a lo que significa votar al chápiro verde, que no debe ser expresión de ninguna facultad de los electores, pues la invocación,  "¡Voto al chápiro verde!" se empleaba, hasta avanzado el siglo pasado (el XX) para demostrar enojo y disgusto, sin necesidad de acordarse de ningún ser metafísico ni acudir a palabrotas malsonantes.

Los chápiros verdes pueden ser tomados por duendecillos que aparecen por las noches y despliegan una febril actividad mientras los humanos sueñan; otros, más serios y doctos, creen a pies juntillas que los chápiros provienen, por no se sabe tampoco qué procedimientos regresivos, de los chapirones, que sería una forma de denominar las capas o mantos de las reses vacunas, cuando ofrecen ciertas particularidades.

Por su parte, los mecachis en tal aparecían, generalmente, en los soliloquios, para poner de manifiesto que se estuvo cerca de conseguir lo que, por desgracia, se escapó. Hoy día, han sido desplazados por expresiones mucho más contundentes y efectivas para revolver los ánimos ajenos, pero igualmente inútiles para corregir el devenir de las cosas.

Se puede decir cagoenla, hayquejoderse, pero no por ello se conseguirán mejores efectos que con la simpática, correcta y algo mojigata jaculatoria de ¡mecachis en tal!, que oculta, sin duda, intenciones mentales de evacuación más pestilentes, pero se puede/podía pronunciar en cualquier foro, sin ofender a nadie.

Claro que hoy, desaparecidos en la batalla del lenguaje vivaz, los chápiros verdes y los mecachis en tal, y ocupados sus huecos por una sarta de palabras que hace apenas un par de décadas se hubieran juzgado soeces hasta para un peón caminero (dignísima profesión igualmente extinguida), solo nos queda lugar para la nostalgia.

Aquellos tiempos en los que podíamos distinguir entre lo que era inadmisible para las personas de buena educación y las palabras que no deberían escuchar las señoritas distinguidas...Hoy las señoritas distinguidas llevan las bragas al aire y, aunque no se les irrite, están hasta los cojones -que ya son ganas de estar- y las personas de buena educación sufren, entre chápiros verdes y mecachis en tal, de una absoluta bradipepsia de sus malhumores y disgustos.

 

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