Contra la huella de carbono, castidad
Siendo la castidad la virtud de la abstinencia de todo goce carnal (según acepción de la RAE), no puede dudarse que la difusión de este comportamiento disminuiría la producción de CO2 y otros gases de efecto equivalente, que son los culpables de la "huella de carbono".
Por si se acerca a estas líneas algún estudiante despistado que esté preparando un trabajillo de esos que puntúan para elevar la nota sobre el aprobado general, aclaremos que la meritada huella es el invento por el que se pretende traducir en peso de anhídrido carbónico emitido las actividades que consumen energía.
Se puede calcular para personas físicas como jurídicas, para actividades lucrativas como lúdicas. Está de moda. Existen programas que obtienen, a partir de datos sobre los hábitos (de comportamiento, transporte, consumo, etc.) un número al que se ha popularizado llamar "la huella de carbono", con el propósito, por lo general, no tanto de llevarse las manos a la cabeza como de ayudar a la mentalización de que se debe reducir.
Para comparar huellas de este tipo, se siguen procedimientos normalizados de certificación, en especial para organizaciones, siendo en la actualidad el protocolo utilizado la ISO 14064-1. Para productos, está prevista la revisión de la ISO 14067.
Todos somos contribuyentes al calentamiento global, porque todos producimos -también por el solo hecho de existir, pues respiramos- CO2.
Podemos serlo en mayor o menor medida: Chris Goodall refleja en su libro "Cómo vivir con menos CO2" que utilizar la bicicleta es mejor que andar, como elemento para cuidar el clima, si para compensar las calorías que perdemos haciendo ejercicio utilizamos una dieta rica en carne (se emiten 50 kg de gas invernadero para producir 1 kg de carne; así de ineficientes energéticamente son los cuadrúpedos herbívoros).
La cuestión que nos preocupa en este Comentario, sin embargo, no es ya la muy probable necesidad de poner coto inmediato a la masiva producción de gases con efecto invernadero, sino la coherencia de las cifras manejadas y, por ende, la manera fidedigna, fiable, de obtener resultados homogéneos, que nos permitan saber, claramente, cual es el cumplimiento de los objetivos propuestos.
Algo nos suena raro. Si sumáramos las huellas de carbono de todos las empresas, organizaciones, personas, animales, plantas y cualesquiera otros imaginables entes productores de CO2, ¿a qué cifra llegaríamos?.
¿Qué significado tiene, en ese contexto, afirmar que España produce -pongamos por caso- 450 millones de t de CO2 equivalente al año? ¿Cuánto podemos ahorrar de nuestra huella de carbono colectiva? ¿Cómo medir la huella de los "sectores difusos" y, sobre todo, el posible ahorro?
Tenemos un día de preguntas, parece.
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