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Al Socaire de El blog de Angel Arias

En exaltación del espíritu militar

La ministra de Defensa española, Carme Chacón, ha realizado el 6 de enero, un resumen de la actividad desplegada por los Ejércitos españoles durante 2010, con ocasión de la celebración de la Pascua Militar en presencia de los Reyes D. Juan Carlos y Da. Sofía, los Príncipes de Asturias, el Gobierno prácticamente en pleno y diversas autoridades autonómicas, locales y de la vida civil y militar.

Desde el 31 de diciembre de 2001 quedó suprimido en España el servicio militar obligatorio, que suponía una conexión directa entre la población masculina y el ejercicio de una profesión tan antigua como el hombre. 

Una Disposición Adicional de la Ley 17/1999, "De Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas" (modificada por el R.D 247/2001), reguló la plena profesionalización de esta función, estableciendo que los españoles varones que hubieran nacido con posteriodad al último día del 1982 ya no serían reclutados para prestar este servicio a la Patria.

Es indudable que los militares son vistos ahora de forma diferente por el pueblo que como lo habían sido para todos aquellos que tuvieron la ocasión de vivir la vida castrense como una obligación. Y, de las opiniones que cualquiera puede recoger en la calle de aquellas vivencias, resulta siempre interesante descubrir que, en posición mayoritaria, se ve aquél período como positivo para la formación de la personalidad.

Pero no es solo éso. Los militares de hoy han evolucionado también; no quisiéramos utilizar un adjetivo equivocado, pero la impresión que se percibe es que se han hecho más fuertes en el aprecio de la ciudadanía. Se les entiende mejor, se les aprecia más, se les considera muy alto.

Tiene razón la ministra Chacón al exaltar la entrega de estos profesionales para difundir una imagen exterior de España sólida, cooperativa y seria. No porque estén haciendo misiones de paz, sino porque se les ha visto llevando la bandera de la solidaridad, de la entrega, de la asunción consciente y responsable del riesgo, en territorios que están en guerras ajenas, o en funciones que entrañan peligro y dificultad allí donde haya que resolver con eficacia situaciones de catástrofe.

Es oportuno trasladar a la ciudadanía que tenemos motivos para estar orgullosos de nuestros Ejércitos, de su profesionalidad, de su capacitación. Cuando escuchábamos con atención la Memoria resumida de un año de trabajo, sentimos la emoción de la solidaridad con esos militares (españoles y extranjeros) que se están ganando su salario obedeciendo, con una disciplina que no es tan frecuente encontrar en la sociedad civil, las órdenes superiores.

Un ejemplo, sin duda. Una llamada a la añoranza de la capacidad de seguir las instrucciones de los mandos, sin cuestionar razones, entendiendo que no se es menos por servir, si se sirve en apoyo de una causa más grande de la que nos podría justificar cuando nos postulamos en solitario.

No podemos, sin embargo, ignorar que esta Pascua se realiza en vigencia del estado de alarma, decretado hasta el 15 de enero para atajar la rebeldía de los controladores aéreos y que supuso una intervención singularísima (y exótica) de los militares en los aeropuertos, para actuar como instrumento de vigilancia -es decir, como policía-.

Tampoco se puede pasar por alto que la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME) acaba de presentar un manifiesto, al que se han adherido otras cinco organizaciones, en el que expresa su preocupación por el proyecto de Ley Orgánica de Derechos y Deberes de las Fuerzas Armadas, que, en su opinión, restringe los derechos fundamentales de este colectivo y arriesga suponer -en la dicción del escrito- su "muerte civil como ciudadanos".

Ambas circunstancias indican, en nuestra opinión, que existe campo para la reflexión, el análisis y el diálogo para que nuestros Ejércitos se sientan cómodos con sus funciones en democracia, y los ciudadanos civiles nos sintamos cómodos con nuestros Ejércitos.

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