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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobresalientes

Hay dos formas básicas de sobresalir: a) por acreditar cualidades superiores al resto de la especie, que permiten al ejemplar, habiendo alcanzado ya su pleno desarrollo, destacar sobre los demás individuos, o bien, b) porque, en la fase de maduración, el individuo, en fase de crecimiento, presenta circunstancialmente algún rasgo diferenciador respecto a sus coétaneos.

En el segundo caso, la evolución natural acaba destruyendo la diferencia, convirtiéndola, a veces, incluso en un hándicap, una rémora. Podríamos, pues, denominar efímera u ocasional a esta forma de sobresalir, en tanto que la primera sería una sobresaliencia estable o consolidada.

Los niños que alcanzan la pubertad antes, suelen ser de estatura menor; quienes demuestran precocidad para adquirir ciertas habilidades, se pierden, casi siempre, el adquirirla en otras que les hubieran sido más útiles para la vida adulta. Los infantes prodigio no se pertenecerán, una vez maduros, a la élite por aquello en lo que tanto habían destacado.

Más grave nos parece que la sociedad no sea capaz siempre (o sea, casi nunca) de detectar a sus sobresalientes, para utilizarlos en beneficio de todos;  tampoco ha encontrado un método seguro para hacer crecer las aptitudes de los educandos, orientándolos y dándoles más músculo.

Los planes de formación cambian con los gobiernos, se mueven a bandazos, no crecen con el saber (o con el deseo de alcanzarlo), sino que se emponzoñan de personalismos, intuiciones sin base, barreras con la intención de dificultar accesos, más que de permitir que entren y luzcan los mejores.

Si nos tomamos la molestia de analizar los currícula de quienes han destacado en su etapa adulta, nos encontramos más bien con una historia de tenacidad personal, de esfuerzos en solitario; a veces, incluso, a despecho o claramente en contra de los itinerarios oficiales, dando la impresión de que el destacado ha conseguido emerger con su banderita de sobresaliente, venciendo obstáculos contra el orden establecido, en vez de contar con su apoyo.

También hay otros sobresalientes que han contado con vientos ventajosos que los han aupado a los diplomas, galardones y medallas. Cuando vuelve la calma o cambian las direcciones de los soplos, queda al descubierto que lo que pretendía ser mérito era, simplemente, desfachatez o coyuntura; y lo que les llevó arriba, no era su propia naturaleza, sino la de las gentes que la rodeaban y la de las cosas que habían utilizado para enmascararla.

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