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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el lugar para el carbón en la economía española

Los mineros del carbón -una categoría laboral que suscita, como pocas, emociones diversas- están algo más contentos. Nos referimos a nuestros mineros, un grupo en extinción que se ha concentrado en las cuencas asturleonesas, y que se parapeta en rededor a unos líderes sindicales que hace año dejaron la mina, pero están dispuestos a ponerse en huelga de hambre y lo que haga falta para que a los suyos no les quiten de sacar piedra.

Como se trata de un juego de poderes, en el que, por supuesto, el más poderoso de los dos ya tiene la decisión tomada, porque sabe bien adónde va, la Unión Europea ha consentido en prolongar la autorización para que se siga subvencionando la extracción de esa piedra que, en nuestra geología, se encuentra en lugares profundos y es obligado extraer en tajos angostos y verticales o subverticales, porque los sedimentos están bastante más plegados que en otros sitios.

Todo el mundo sabe que, escrito en román paladino, sacar carbón de las minas asturianas, leonesas, o jienenses fue siempre más difícil y, por tanto, más caro que en otros lugares. Esa falta de competitividad en lo económico no impidió que se sacara carbón -hulla, lignito o antracita- porque era estratégico.

Nunca se supo muy bien en qué consistía la cuestión de la estrategia, porque era una cuestión que se cocía principalmente -al inicio- en las cacerolas del gobierno autoritario y del capital connivente y, más tarde, solo en las del gobierno autoritario, y finalmente, en la sartén quemada de una democracia que no se aclaró ni se aclara sobre el papel que le corresponde en un mundo de comerciantes.

La Unión Europea ha autorizado a prolongar las ayudas a cambio de que se cierren definitivamente las minas no rentables (todas las españolas), y los mineros del carbón están muy contentos, porque ahora van a cobrar unos atrasos y podrán seguir sacando piedra.

Podrán los mineros sacar unas cuantes toneladas más que servirán para aumentar, mucho nos tememos, las más o menos 15.000 toneladas "contra stock" que ya han puesto a flor de tierra, y que no se han empleado en las térmicas, porque es más caro que importar carbón de fuera, y es menos contaminante, y, además, es mejor quemar gas y mover molinos que utilizar el poder calorífico de esa maldita piedra.

La historia del carbón español (en realidad, de todo el europeo) dicen que es como la de Sísifo, aquel pobre diable mitológico que estaba condenado a carretar una piedra una y otra vez a lo alto de una montaña.

Aunque quizá, puestos a buscar raíces mitológicas, el asunto esté más propio al cuento de Penélope, la mujer enamorada que tejía un jersey sin saber cómo parar, esperando que volviera de viaje de aventuras su esposo. Aquí el tricotar se llama extraer carbón y el Ulises podría ser el presidente de Gobierno que tuviera el arrojo de decir, de una vez, bastó, ya está bien de sacar un carbón que no sabemos qué hacer con él, venid, y vamos a dedicarnos a otra cosa. Aunque duela un rato.

 

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