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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre injusticias, venganzas y amiguismos

El proceso penal al que se está viendo sometido el ahora suspendido Juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, y que está suscitando adhesiones emocionales -sobre todo, a lo que parece, entre izquierdistas republicanos, pero, naturalmente, no solo de ellos- ha puesto sobre el tapete del juego democrático la cuestión de las injusticias de la justicia.

El periódico El País del 16 de mayo de 2010 recoge una carta abierta al imputado Garzón, que le dirige, ni más ni menos, que el Presidente del Congreso de los Diputados, José Bono (afectado él mismo por una campaña de turbia catadura que apunta hacia las formas y modos en que consiguió un importante patrimonio), escrito que no tiene desperdicio.

No lo tiene -desperdicio-, por lo que refleja de los recovecos, hasta ahora desconocidos por los demás mortales, que llevaron al superjuez al estrellato político -una simple cena en la que el entonces apolítico confesó a Bono que era "un progresista sin partido... que quiere ayudar a los que más necesitan", y tampoco, porque, mutis mutando, el escrito se asemeja, sabiendo leer entre líneas, a un abrazo de oso; porque si bien el político de carrera desea al juez profesional suerte en su andadura entre jueces politizados, apela a una solución salvatífera inasumible para un agnóstico (Así termina la carta pública: "Ah, y que Dios (te) ayude porque el diablo trabaja duro contra ti").

La cuestión podrá ocupar, cuando se ventile hasta su vericueto final, muchas páginas de las hemerotecas de este -con harta frecuencia- miserable país en el que, incluso, es posible promover una acción popular para darse de baja como español, como se sugiere en ese divertimento colectivo que es Facebook.

Pero no queremos entrar en este juego, sino en otro.

Este. La democracia ha introducido, aquí, una perversión muy específica. La que ha conseguido poner en pie fórmulas de acceso a los puestos clave -política, judicatura, direcciones de empresa privada como pública, funcionariado universitario, ministerial, regional o local- a gentes que han obtenido sus puestos en concursos públicos, con aparente trasparencia que los hace inamovibles, y que, en la puritita verdad que nunca se descubrirá, han servida para otorgar carta de credibilidad al resultado de un proceso que estaba amañado.

Sabemos ahora, amigos como enemigos del juez de Garzón, del presidente Camps, del presidente Bono, del superjuez Varela, de Patatín y de Patatán, que hay que guardarse la ropa aunque tu puesto sea, en principio, muy seguro, porque puedes encontrarte con que te sieguen la hierba bajo los pies y, creyendo estar en zona incólume, te encuentres con que has hecho enemigos que están dispuestos a esperar el momento más inoportuno para decidir que has prevaricado creyendo ser un experto en leyes, que te has enriquecido entre sombras de sospecha y marcas de relojes aunque seas socialista del más puro pedigrí o creas haber hecho más por tu provincia que el propio Jaime Primero y te hayas hecho un par de amiguitos del alma con esfuerzo.

Por no decir, también, de los juicios que puedes merecer, cuando tus decisiones como juzgador pasan a ser analizadas por el público, si te parece que hay que acoger una propuesta de un sindicato postfascista que quiere que no se remueva la mierda del país, porque hay una ley de punto final que deja en las cunetas a los muertos de la guerra incivil.

Puede que se haya abierto la veda de descubrir que estábamos cerrando las heridas de esta democracia en falsete. Que hay muchos catedráticos que han formado sagas de figuras con el mismo apellido, que para ganar unas oposiciones es más importante que el currículum el que cuentes con amigos del alma en los tribunales o que para ganar un concurso público hay que contar con saber untar en los sitios precisos el engranaje del poder.

Da mucha pena saber que eso es lo que hay, y que para descubrir un cabo de la manta, no es cosa de que los poderes públicos hagan lo que deberían hacer, sino que se toquen las teclas adecuadas en los momentos oportunos para que, de pronto, se quede con el culo al aire alguien que, hasta entonces, se pensaba que era un modelo de actuación, un campeón de la democracia.

Todas estas cuestiones excepcionales que han surgido a la palestra y que involucran a personajes de la izquierda como de la derecha, ponen, en realidad, el dedo en la llaga, de lo que está sucediendo: no importa la verdad, nadie tiene que estar seguro si le fallan los amigos y, en fin, lo que mueve a las instituciones -palabritas aparte- no es la ética universal, sino los más oscuros intereses de los que se han aupado con el poder y no están dispuestos a abandonarlo, porque juegan en otra división, diferente a la de quienes nos conformamos, ajenos a amiguismos, partidos, fobias, filias, ideologías o propósitos, a sacar adelante la propia vida.

Visto de esa manera, debemos estar felices, al estar libres de que nos puteen los compañeros de profesión cuando llegan al convencimiento de que no somos uno de los suyos.

1 comentario

miguel -

Ahora a eso lo llaman networking, que queda menos casposo e, incluso, parece legal. Tantas camarillas... dan mucha, pero que mucha pereza.