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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el modelo cubano y la sucesión de Castro

Que "el modelo cubano" (fuera el que fuera) no funcionaba como hubieran deseado sus factores y seguidores, era algo que venían advirtiendo los observadores políticos independientes y los turistas que tuvieran interés en conocer algo más del país, fuera de disfrutar de sus bellas playas, sus exuberantes paisajes y la amabilidad de sus obsequiosos habitantes.

Pero tuvo que decirlo su ideólogo, Fidel Castro, anciano lúcido de 83 años, en una entrevista informal a un periódico en inglés, y a un periodista norteamericano, un tal Goldberg (The Atlantic, 8.09.10), para que ocupara especial atención en las primeras páginas de todos los periódicos.

En palabras textuales: "Cuban Model Doesn’t Even Work For Us Anymore" (El modelo cubano ya no funciona para nosotros), que equivale a decir: "Hasta la madre del alcalde ha abandonado el pueblo en donde su hijo es el jefe del Consistorio", que era como aquel juego tan simpático para hacer ciudades con el ordenador -Simcity-sancionaba definitivamente a quien lo había hecho rematadamente mal.

Aconsejo a los lectores de este Cuaderno que se lean la reseña de la entrevista (el autor indica que es una primera parte), en la que Castro habla, sobre todo, de delfines y de su condena a la guerra nuclear, además de manifestar su respeto por la religión judía.

Sobre el modelo cubano, la interpretación que se da de la frase del mandatario que fue campeón mundial de locuacidad (incluidos Chavez y Obama) es que aboga por la reducción del poder del Estado y abrir el país a la inversión extranjera.

Cuando se lee que la limitación actual a la inversión norteamericana en Cuba proviene de los Estados Unidos y no del propio país, y se toma nota de la miseria -una pobreza feliz, del que no tiene camisa- con la que vive la mayor parte del pueblo cubano (en donde, sí, algunos se están haciendo muy ricos), el observador puede sacar la conclusión de que el modelo cubano actual forma también parte del modelo de los países más poderosos para castigar al mocosuelo díscolo, haciendo de él el chivo expiatorio de su incapacidad para poner a raya a los golfos apandeadores de la aldea global. 

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