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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las esquelas

Las esquelas mortuorias y las sexuales ocupan una buena parte de las páginas de los medios escritos. Es claro que la mayor parte de los lectores de periódicos no los compran por estos anuncios y, por ello, es evidente que los que utilizan este soporte para comunicar su mensaje no cuentan con dirigirse más que a una pequeña porción de los que buscan informarse con él.

Tampoco necesita comentario alguno, por la misma naturaleza de lo que se difunde, que quien lee las esquelas y quien se interesa por los anuncio sexuales, salvo la curiosidad ocasional de unos y otros, son públicos diferentes.

Las esquelas, además de informar sobre una defunción, cumplen una función de naturaleza social, especialmente en provincias. Los deudos y los compañeros del difunto y, en algún caso, las instituciones que dirigían o a las que pertenecían, pagan la esquela con frecuencia para poner en evidencia la importancia del fallecido, o la consideración que le tenían. En cierto sentido, también, hacen publicidad de sí mismos, de los que viven todavía.

Por supuesto, para los familiares cercanos, especialmente los que dan a la esquela un contenido religioso, al anunciar las exequias o el culto de despedida que se prevea, pretenden conseguir la mayor asistencia posible a tales actos, como muestra de afecto final al que se fue y como manifestación de influencia social.

Por eso también, cuando muere algún famoso, sea cual fuere su actuación en vida, concurren muchos personajes, interesados y curiosos, que venden su producto, aprovechando la muerte del otro.

Los anuncios sexuales, muestra deplorable de los vicios y miserias que pululan en nuestra sociedad, pretenden vender una mercancía denigrada y denigrante a un colectivo misérrimo, que está dispuesto a pagar por obtener una satisfacción a la líbido, de quienes son incapaces, por motivos generalmente inconfesables, de amar al prójimo, creyendo que el dinero proporciona la felicidad de una compañía ocasional.

Deberíamos meditar en dos direcciones, respecto a estas esquelas. En cuanto a las de contenido sexual, deberían eliminarse, por más que proporcionen ingresos muy interesantes a los medios, y relegarse a publicaciones restringidas; no debemos pagar por la impresión de páginas que no deseamos y que, a muchos, ofenden y, á la inmensa mayoría, nada interesan.

En cuanto a las esquelas, no tiene sentido discriminar, en tamaño y en cantidad, la noticia de una muerte. Todas las esquelas deberían ser idénticas, y de discreto porte. Si alguien desea pagar por un obituario, que lo haga, pero en loor del difunto, no de los vivos.

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