Sobre las subvenciones al carbón y el arte de la pesca
Hay en España, en la actualidad, 6.841 trabajadores afiliados a la minería del carbón. 3.832, en Asturias. Se extraen 9,5 mill. de t al año de antracita y hulla; algo menos del 30%, en el Principado. Unas 70.000 t al año, por cada "minero" astur.
El anuncio de la UE de que las ayudas al carbón deberán justificarse estrictamente con un plan de cierre de las minas no rentables, y que, en octubre de 2014, deberán suprimirse éstas totalmente, ha provocado las lógicas reacciones de rechazo a la medida en las regiones mineras afectadas, que están ubicadas hoy en día solo en Alemania (cuenca del Ruhr), en España (Asturias y Castilla-León) y Rumania.
En consecuencia, las autoridades regionales de Asturias y Castilla-León han vuelto otra vez a tocar a rebato por lo que significará, dicen, el cierre total de las instalaciones, -no caben dudas de que su rentabilidad es imposible-, y un descalabro regional.
Como gritar no cuesta dinero, se denuncia -con mayor o menor intensidad según el signo politico- la tardanza del Gobierno en comunicar la noticia, y la falta de cumplimiento de los compromisos de mantener la minería.
Al mismo tiempo, se subrayan los perjuicios que la pérdida de esta actividad supondrá para ambas autonomías, convocando a todos los agentes sociales sociales a que defiendan el sostenimiento de la situación actual, que implica una prórroga de 12 años más -hasta el 2022-, en atención al carácter estratégico de la producción de carbón, y acogiéndose a la libertad para subvencionar hasta un 15% del mix de la energía primaria, tal como fue recogido en el Decreto de ayudas que el Gobierno presentó a Bruselas en 2009.
Aunque las cifras son conocidas, vamos a repetirlas aquí. No es la UE productora significativa de hulla , en el contexto mundial (147 millones de toneladas, 2,5 % del total). La subvención total al sector en la UE no llegó, por poco, a los 2.900 mill. de euros en 2008 (viene bajando drásticamente: la cifra significa menos del 50% respecto a 2003); de la que algo menos de 1.300 millones son subvenciones a la producción (19,72 euros por t).
Se estima en unas 100.000 personas el número de los que trabajan en la minería de la hulla (42%) e industrias afines (58%). En España, la parte del carbón en la producción de energía primaria es, más o menos, del 25 %, y la mitad proviene de la hulla astur-leonesa.
Hay una argumentación tan estúpida como interesada que circula por ahí y por la que se hace el cálculo de que "cada minero asturiano-leonés" nos cuesta al resto de los españoles del orden de 200 a 250.000 euros al año (calculando la cifra a partir de la subvención al carbón nacional para equiparar su precio al de importación, y dividiéndolo por el número de trabajadores en la mina) y que, por ello, sería mucho más rentable pagarles el sueldo en casa.
Es evidente que los mineros no ganan ese salario. Las subvenciones a la hulla tienen un destino mucho más amplio (pago a las empresas auxiliares, adquisición de nuevos equipos, mantenimiento de los existentes, insumos, compensación encubierta a los déficits de las tarifas eléctricas, beneficios económicos de capitales oportunistas, estructuras sindicales antañonas, coste socio-político de la eliminación de la minería, etc.) y la minería sostiene, como un Titán con pies de barro, una pirámide de intereses, algunos ocultos, muy ocultos.
Para analizar correctamente la cuestión de la subsistencia de la producción de carbón nacional, es necesario situar perfectamente en su contexto todos los intereses en juego -beneficiosos y perjudiciales-, los términos económicos -y sus reales destinatarios- y las alternativas juiciosas -y no solamente las voluntaristas y las imaginativas-.
Por cierto, y separándose del furor ecologista hoy de moda, no solamente hay que considerar las alternativas energéticas reales para producción de energía "limpia".
Más especialmente, hay que estudiar las opciones de creación de empleo regional. Para los trabajadores directamente afectados -que ahora ya no son muchos-, y sobre todo, pensando en los efectos que se han causado por la reconversión en las comarcas mineras. Cierto que se han beneficiado de las prejubilaciones y de las pensiones, y se siguen beneficiando del poder adquisitivo de los salarios mineros en los empleos subsistentes, pero cualquier visitante advertirá las consecuencias de la pérdida de sustancia futura, por el lastre para la actividad regional que supone convertir en un plazo muy corto en clases pasivas a miles de trabajadores.
Se puede hacer la evaluación del problema argmentando que, prácticamente, el tema -desde la perspectiva laboral- está ya resuelto. Habrá que matizar que mal resuelto, pues Asturias ha perdido la mayoría de su peso minero y siderúrgico, sin que, dado el pequeño tamaño regional y lo limitado de los impulsos de generación de actividad propios, se hayan generado equivalentes de empleo y actividad económica.
Nadie crea, por tanto, que la cuestión está ahora en generar 3.831 puestos de trabajo en Asturias. No son los puestos de los mineros los que peligran; no son ellos quienes deben manifestarse. No solos.
Se han hecho muchos esfuerzos, se han iniciado múltiples caminos, vendido varias motos, ilusionado con espejismos, pero la realidad es terca. Asturias es demasiado perqueña para recuperarse de la pérdida de puestos de trabajo que han provocado las crisis siderúrgica, naval, hullera, y agropecuaria. Las ha tenido que sufrir todas, y en apenas 20 años, y ahí están las consecuencias: se vive relativamente bien, aún, pero no se hacen proyecciones de futuro, y si se hacen, no se divulgan, porque son extraordinariamente pesimistas.
En 1991, el profesor Gustavo Bueno (padre), invitado por el SOMA-UGT, pronunció un discurso, que era también una reflexión filosófica sobre Asturias, y cuyos elementos fundamentales siguen vigentes. No, en este caso, porque el ilustre pensador sea un visionario, sino porque no se puede cambiar una situación dramática desde dentro, contando con que la solución provenga de los mismos mimbres del cesto que se ha roto.
Decía Bueno : "Por ello, lo que necesitamos, lo que pedimos, lo que exigen los mineros asturianos y todos los asturianos en general, no es que se reduzca el empleo, ni la producción; ni siquiera que se mantenga en estado estacionario; sino que se aumente, que se aumente la producción absoluta (no sólo la productividad), y con ella el empleo.
"Y que se aumente el empleo, erigiendo nuevas industrias, industrias bien diversificadas, que puedan acoger a la masa creciente de jóvenes en paro, sin más futuro probable que la droga o la emigración. E incluso fomentando la agricultura, para que el minero vuelva a serlo, como en el principio, y no como un hombre enterrado de por vida bajo tierra, sino como un hombre que también puede cultivar, no sólo después de jubilado, sino en su propia vida laboral, una huerta y sentarse a la sombra de un manzano cuando le dé la gana."
A los mineros, a sus hijos, a todos los asturianos, les gusta pescar. Saben hacerlo muy bien; han enseñado a muchos otros a pescar.
Pero, si no hay peces en el río, vuelven a casa con las manos vacías, por mucha técnica que se evidencie, manipulando con destreza las colas de rata y los aparejos de mosca, los esmerillones y cucharillas, las boyas y anzuelos, los merucos, saltones y maravallos.
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