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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los primeros síntomas de la primavera

No lo tienen tan fácil los habitantes de la ciudad, a los que las manifestaciones de los cambios de estación suelen pasar desapercibidos.

De los muchos signos de que el invierno se acabó y la naturaleza inicia un nuevo ciclo, queremos referirnos, por distintas razones que explicaremos en este Comentario, a tres:

La eclosión de las prímulas, violetas y narcisos, por un lado; la aparición de los dientes de león y su utilización como "cura de primavera"; y el pote de grelos, nabizas o rabizas, con las hojas tiernas recolectadas por estas fechas, antes de que la planta grane.

Si Vd. tiene la suerte de poder darse un paseo por cualquier terreno de montaña del norte, verá, en los bordes umbríos de los caminos, allí donde la capa vegetal es rica en humus, unas eclosiones de un amarillo brillante, casi refulgente. Son las prímulas, flores de apariencia modesta, pero demostrativas de la calidad del terreno. Junto a ellas, mucho más heterodoxas y promiscuas, pero igualmente magníficas, distinguirá, con algo más de esfuerzo visual, las violetas.

Cuando éramos propietarios de un restaurante, hicimos durante una de las tertulias que organizábamos, una desgustación de violetas. Bueno, en realidad, fue un acto simbólico: unas pocas violetas (viola odorata) por cabeza, como tributo de respeto a la Naturaleza, que masticamos y engullimos con deleite casi religioso.

En Alemania, en donde mantienen una devoción exultante por la primavera (no en vano los inviernos allí se las pelan), la cura de primavera con las dentadas hojas de esa hierbecita que inunda los campos, el taraxacum officinallis, no se perdona así como así. En los restaurantes más caros, lo anuncian como si se tratara de un manjar propio de dioses: Löwenzähne Salat, frish aus den Feldern. (Por cierto, que en algunas tribus indias americanas les atribuían también, a éstas como a otras, propiedades mágicas).

En cuanto a las rabizas, si tiene Vd. ocasión de ir al occidente costero asturiano o a Lugo, no se pierda un pote con las hojas más tiernas de esa deliciosa legumbre, cuya raíz servía de alimento poderoso para el ganado, cuando el campo servía para algo más que para pasar un fin de semana en la naturaleza. Hay quien dice que son preferibles las berzas. No seremos nosotros quienes entremos en tal discusión. Pero donde esté un buen pote de nabizas, con cacheira, lacón, chorizo y patacas da terriña, las berzas pueden esperar para el día siguiente en el que, por cierto, sabrán aún mejor, reposadas.

Y todas las hierbas y verduras, claro, bien potenciadas con el sabor de ese bendito animal que, si volara, sería también el mejor de las aves y, si se le mira con ojos de entendido, han de gustarle al observador sin perjuicios, hasta los andares.

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