Sobre las formas de salvar al mundo o, por lo menos, hacer negocio
Hay que salvar al planeta como sea, y cualquier laureado con un ordenador y un programa de simulación puede convertirse en héroe de su propia aventura y alcanzar reconocimiento local (al menos) por sus previsiones catastrofistas.
Los mensajes que llueven sobre nuestras cabezas son nítidos: el nivel de CO2 en la atmósfera sube imparable, los acuerdos de Kyoto no se cumplen y aunque se cumplan son insuficientes, los países por desarrollar quieren ocupar su lugar como pirómanos en la Historia de la Humanidad, debemos dar ejemplo en consumir energías verdes, hay que ahorrar agua y energía, plantar árboles de todo tipo, proteger la costa ahora que nos queda poco por destruir, cuidar la naturaleza aunque sea con césped inglés para jugar al golf, y debemos amar mucho más a los animales, cuanto más salvajes y más remotos (si nos quedan), mejor.
Programas de televisión, en horas de máxima audiencia, nos ilustran sobre los miles de especies que están en peligro de extinción por la culpa de nuestros abuelos y la nuestra, las consecuencias del deshielo de los polos que harán crecer los mares entre 34 cm o 9 metros (según los programas de simulación), la subida de temperaturas en muy variados sitios del planeta (entre 0,3 ºC y 2 ºC en los próximos 10, 100 o mil años, qué más da), inundaciones y sequías (¿iguales o mayores que las que no quedaron registradas en nuestros archivos?).
Mientras nos convencen de que el fin del mundo está próximo, estos profetas del catastrofismo no pueden ocultar que, detrás de esas representaciones, alguien pretende hacer negocio con nosotros. Sensibilizar para rentabilizar.
¿Las ideas que se ponen en circulación?. Desde instalar paneles solares en el tejado (100 euros/m2) hasta cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes (1,5 euros/m3). Pagar un cierto plus (10 por ciento?) por la energía con base "verde" (eólica, biomasa, fotovoltaica, etc). Ayudar a la preservación de especies en extinción (¿cuota de sostenimiento: 200 euros/año?). Aumentar el porcentaje (1,2%) destinado a la investigación de energías que no produzcan (o muy pocos) gases de efecto invernadero.
La opinión pública ha entrado en escena. No es necesario rigor, porque ya se ha movilizado. Pocos serán los que no se sientan concienciados por la necesidad de hacer algo para evitar que se deshielen los polos, aumente el agujero de ozono, suban las temperaturas o caigan rayos y truenos sobre nuestras cabezas.
Habrá que prepararse para asistir al espectáculo por excelencia de la historia de la humanidad. El fin del mundo. Los dioses nos cojan confesados.
Pero, entretanto, si Vd. ofrece cualquier cosa relacionada -aunque sea remotamente- con la ecología y la producción limpia de energía, apresúrese a hacer negocio. Lo verde, vende.
Aunque algunos nos pongamos colorados por la desfachatez con la que se rentabiliza hasta la incapacidad del ser humano para hacer análisis serenos, contrastar información, realizar verdaderos estudios científicos y no reuniones apologéticas y, en fin, si hace falta, poner en práctica soluciones, en lugar de emplear el tiempo en discutir la oportunidad de las medidas, si es que se está de acuerdo en lo exacto de las previsiones, y la credibilidad y objetividad de quienes emiten los juicios.
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