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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la educación eficiente

"Aprendo de mis alumnos". Lo dijeron muchos ilustres maestros, -entre ellos Francisco de Asís- y no es cuestión de llevarles la contraria. El profesor eficiente es estimulado por los más brillantes de sus alumnos (que incluso pueden, con su impulso juvenil y su inteligencia abierta, superarle en las propias aulas), pero el profesor no está en su puesto para aprender, sino para enseñar.

Es en esa labor de tutela, de estímulo, de explicación correcta y sincera de lo que se sabe bien y de aquello que se ignora con exactitud, en donde el buen maestro cumple su función educadora.

Para quienes hemos dedicado -aunque sea de forma subsidiaria a otras ocupaciones más principales- una parte de nuestra vida a la enseñanza, seguro que ha sido punto de sorpresa y acicate el comprobar que algunos alumnos especialmente dotados encuentran soluciones a los problemas que no estaban en nuestra docencia. Esta demostración de que la interacción profesor-alumno provoca creatividad es, sin duda, uno de los elementos más atractivos de la tarea de ser profesor de la educación de otros.

Pero la cuestión que queremos plantear aquí es también otra, aunque relacionada. La formación individual es específica de cada individuo, y se entreteje de experiencias, enseñanzas, percepciones, estudios que cada uno va conformando a lo largo de su vida. Se aprende por impregnación, por estudio, pero también por reacción, por contraste, por contraanálisis.

Solo desde esta perspectiva se puede entender al buen maestro, al que ayuda a crear las bases por las que la Humanidad avanza. No es el mejor catedrático el que, después de conseguido su puesto de funcionario, se empeña en repetir, una y otra vez, las enseñanzas que le han servido para obtener su plaza. Quiá. La labor docente exige una actualización continuada, un estudio permanente que, por desgracia, no todos (pocos) entienden de esa forma.

Desde la posición del receptor, y si analizamos quiénes se encuentran entre los mejores, entre aquellos a quienes legítimamente podemos admirar, no hallaremos a quienes han sido buenos alumnos aplicados, sino a los que han llevado su rebeldía, su carácter de crítica, de rebeldía, en muchos casos, a todas sus consecuencias.

Porque hay que saber bien para poder criticar la posible debilidad de lo que nos han enseñado.

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