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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el cambio de Gobierno que Zapatero acordó con Obama

Las últimas actuaciones en política internacional del presidente Zapatero le han mejorado su sonrisa habitual de chico bueno en la que se le había incrustado un rictus de pánico. Falta le hacía.

Parece que el mérito fundamental de ese cambio de tendencia de humor es su confirmación de que la sintonía tan anunciada con el mirífico presidente Obama existe, aunque no le haya autorizado a poner los pies sobre la mesa, sino sobre el difícil terreno de una economía mundial que se ha ido al garete.

Resulta creíble que Zapatero, experto en aplicar la fórmula de aprovechar las fiestas y los fines de semana para dar las noticias -sobre todo, si son malas-, haya previsto las vacaciones de Semana Santa para comunicar la resolución provisional a una crisis de Gobierno que se le viene vaticinando desde hace meses. No es verosímil, sin embargo, que se le haya ocurrido la remodelación en el transcurso de una reunión intensiva -en tiempo y esfuerzos de concentración para meter baza aprovechando los posibles resquicios-, como lo fue la de una reunión de los G-20 + España, en la que había que competir con la reina de Inglaterra, Carla Bruni, Berlusconi y Michelle Obama.

Ergo, la tenía preparada desde antes.

Bien es cierto que si los cambios se reducen a lo que ha sido filtrado vía la Ser, poco tenía que preparar: Solbes le había dado ya el trabajo más duro, hecho: había presentado su dimisión en público. 

Blanco y Chaves forman parte del equipo de máxima confianza. En cuanto a Salgado, además de pertener al tipo de mujer que más le gusta a Zapatero (y a muchos), -por inteligente y discreta-,  se trata de una profesional todoterreno, que utiliza como nadie la virtud de los ministros que son conscientes de no tener gancho popular ni pretenderlo: trabajar en silencio; ir a lo suyo, haciendo lo mejor que sabe lo de todos.

Los efectos colaterales son, sin embargo, los que merecen más atención. Si fuera cierto que Chaves, presidente de la autonomía andaluza, vuelve a Madrid al Gobierno central, la operación de sucesión debió estar pactada antes y con sumo cuidado, pues con los votos no se juega. 

Con Chaves devuelto a Madrid, como superministro de coordinación de temas autonómicos (vaya tela), su función complementaría imprescindible sería la de reforzar a su sucesor en tierras béticas, para no perder allí la hegemonía sociata que él había conseguido forjar en torno a su visible cabeza. Por cierto, apoyándose también en el regalo de una oposición que utilizó la misma fórmula que le sirvió a Fernando Morán para consolidarse indiscutiblemente como uno de los mejores ministros del gobierno de Felipe González: ser tomado por tontorrón, siendo listo como el hambre.

Hace años, antes de que la conociéramos como ministra de Fomento experta en provocar tensiones, se hubiera propuesto como sucesora de Chaves a Magdalena Alvarez. Ahora la que le gustaba más al del "ploglama", que dijo preferir a "una sucesora", sería María del Mar Moreno. Pero, tirando por lo lógico, y descartando, desde luego, que se tenga que hacer por ello ninguna cirugía transexual, quien quedará en Andalucía será José Antonio Griñán, vicepresidente andaluz y persona de prestigio en los asuntos varios, comodín que fue para otras crisis y con experiencia por eso en ocupar sillas, tanto las vacías, como las de respaldo alto e incluso sin desdeñar descalzaderas.

El traslado de Elena Salgado tiene algo más de misterio, aunque, dada la confianza que le tiene el presi, no le faltará nunca un ministerio. De formación académica ingeniero-economista, se ha especializado en esa cosa polimorfa que es la reestructuración de lo que le pongan delante, la gestión del personal más conflictivo y las negociaciones a cara de perro. Salgado vale tanto para tutelar la cartera de Sanidad, como la de Administraciones territoriales, o para ser superministra de Economía. No dirá nunca que no a lo que le manden desde arriba, ni tampoco sí a lo que le exijan los de abajo sin concretas razones.

Como sustituta de Pedro Solbes lo va a tener, claro, realmente difícil. En un doble sentido: por  la situación general, de la que no va a  ser posible que obtenga a corto plazo mérito alguno, y por la situación particular del Ministerio-vicepresidencia, ya que Solbes es uno de los profesionales con mejor formación económica de este país (y de Europa). Por cambiar el collar del sabueso, la crisis no va a marcharse antes.

En cuanto a la vuelta de José Blanco al Gobierno que hace papel principal en el escenario,  debería compatibilizar su actual posición de subsecretario general del PSOE, -o lo que esté siendo actualmente en el aparato bastante descuajeringado-, con el cargo de ministro de Fomento, carece, aparentemente, de sentido político claro. Salvo que su retorno sea a petición propia, para regodearse mejor de ver vencido y supuestamente derrotado a su antagónico Solbes y apuntarse a la activación de la obra pública que está entre los cometidos imprescindibles de la política económica del Gobierno, endeudándose más, asunto al que su antecesor  le ponía cara de sabueso.

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