Sobre vacas pintadas y mundo loco
Los primeros que pintaron una vaca con fines publicitarios fueron los de la vache qui rit, y se hartaron de vender quesitos que los niños comimos con dulce de membrillo a toneladas. Pintar una vaca es bastante incómodo, sobre todo si la vaca es tridimensional, y no digamos nada si, además, está viva. En este caso, incluso, la Sociedad Protectora de Animales posiblemente tuviera algo que manifestar.
Madrid tiene algo más de un centenar de vacas de plástico (fibra de vidrio reforzada) pululando por ahí, pintadas como Dios dió a entender a unos cuantos artistas y aficionados . Todas sirven para hacer propaganda de Madrid, y algunas para publicitar empresas y artículos más concretos. Las gentes curiosas han recogido el mensaje de lo insólito y se han lanzado a fotografiar esos rumiantes de mentirijillas, a veces a solas, a veces junto a la parienta, el novio o los chiquillos.
Puede que haya quien suscite la vacua polémica de si esos animales pacíficos cubiertos de colorines son arte o solo son un inútil mobiliario urbano más. Nosotros nos inclinamos por lo segundo, pero no vamos a presentar ninguna batalla, la damos por perdida desde el principio. Hace ya mucho tiempo que esta sociedad llama arte a lo que le sorprende, da igual que sea un frasco con mierda de artista, un rinoceronte rojo, un tiburón mal disecado o un lienzo blanco sin pintar o coloreado de azul.
Estas vacas, en fin, no están locas. Qué va. Los que estamos locos, definitivamente, somos nosotros... queremos decir, Vds., los que aplauden como excelente la inciativa de colocar en sitios céntricos unos cuantos bichos de barraca de feria, para que sean montados, acariciados, criticados, juzgados, elogiados. Todo mientras seguimos teniendo más temas pendientes en el panorama internacional, la crisis se agudiza, las guerras injustas se prolongan, los fanatismos nos separan aún más.
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