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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la liberté para Santos y los derechos de los hinchas

A los que somos poco aficionados a ver el fútbol, siempre nos sorprenderá el interés que provocan las cuestiones surgidas en torno a este deporte. Se ha hablado con desprecio de las marujas -aquellas mujeres que se preocupan de detalles intrascendentes de la vida de otros-, pero la categoría de los hinchas futboleros está a muy superior nivel, cuando se toma como medida de su enajenación el interés por las nimiedades más absurdas.

Hay diferentes niveles de forofos, o hinchas, por supuesto. La categoría de los que lanzan una silla contra la policía antidisturbios después de un partido de fútbol en campo ajeno es muy especial. Si de esa actuación resulta uno de los agentes con heridas graves en la cabeza que merecen siete puntos de sutura, la cualificación del energúmeno no debiera cambiar. En los altercados entre huelguistas y fuerzas de seguridad se producen lanzamientos de piedras, objetos metálicos y otros elementos que arriesgan, por supuesto, con  provocar heridas y contusiones.

La familia de Santos Mirasierra, el energúmeno lanzasillas, y muchos aficionados y adheridos del Olympic de Marsella, piden la liberté pour Santos, que, desde su actuación irreflexiva, está en prisión preventiva, y arriesga que le enchironen por cuatro años (la fiscalía pide ocho). Su abogado, Erlantz Ibarrondo, en prudentes declaraciones, no ve razón para tanta amenaza de castigo, en el que se acumulan los cuatro años por desórdenes públicos a otros cuatro por un delito de lesiones.

Nosotros tampoco vemos motivo para tanto despliegue, ni creemos necesaria la intervención del presidente Sarkozy para arreglar lo que parece un exceso de celo en la prevención de una peligrosidad que no se había manifestado hasta ahora por parte del tal Santos. Ese hincha es un pobre imbécil que se amaparaba en su presunto anonimato para lanzar objetos contra la policía que trataba de reprimir lo que parecía podía convertirse en una batalla campal.

Santos merece un correctivo, y seguramente un par de años en la cárcel le vendrán estupendamente para recapacitar -a él y a los hinchas de su misma categoría mental- pero la repulsa sicológica que provoca en un fiscal y en un juez de insrucción, como nosotros, poco aficionados al fútbol, por lo que parece, no debiera exacerbar el castigo. Por eso, hasta que le juzguen, y dado que es un ciudadano hispano-francés, que lo dejen en libertad condicional.

Y hablando de libertades, seguimos denunciando la necesidad de liberar a la abogada Carrascosa, madre prisionera por amor a su hija, sometida a la máquina de la justicia imperialista norteamericana, y que no  ha sido escuchada en ninguno de sus alegatos de defensa de las razones por las que no quiere entregar a su niña a su padre maltratador, por muy ciudadano de primera que le conceptúen.

Ahí sí que haría falta que interviniera, de una vez, Sarkozy, que tanta mano parece tener con las causas difíciles, y, a cambio del favor, le canjearíamos al impresentable Santos por poder homenajear a la heroína Carrascosa.

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