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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la educación para la ciudadanía

Puede que no sea el momento más oportuno, pero siempre será necesario dedicar algunas palabras hacia lo que se llamó, desde que el mundo es mundo, buena educación. Es decir, educación para la ciudadanía. Con otras palabras, respeto hacia los demás.

Tiene que ver con el principio básico de toda ética con pretensión de universal, que ya en otras ocasiones hemos recordado -no hagas a otro lo que no quisieras que te hicieran a tí, amarás a tu prójimo como a tí mismo-, aunque no guarda completa identidad con él, porque hay elementos que no suponen apelar al principio de reciprocidad.

No es necesario acudir a la reciprocidad para entender que cualquier persona sana, en especial si es joven, debiera ceder su asiento o la preferencia de paso, a una embarazada o a un anciano, y no enfrancarse aún más en la audición estentórea de un MP3. No sería imprescindible esgrimir la igualdad de géneros para que sea visto como una agradable cortesía y no como una muestra de machismo el que el varón se adelante para abrir las puertas de los locales a sus acompañantes mujeres -después, tal vez, de dar un rápido vistazo para cerciorarse de la inexistencia de peligros-.

Tampoco hace falta haber aprendido de memoria el manual de la buena educación para que los hombres desciendan por delante en las escaleras o se adelanten al subir (si ellas llevan faldas, y, en todo caso, evitando quedarse rezagados). No habría por qué interpetar como una invitación a la reciprocidad de los restantes comensales si uno de ellos coge el cuchillo como quien agarra un sable o masticara a dos carrillos o se obstinara ene hablar con la boca llena, escupiendo restos de la masticación en nuestra pechera.

Al margen de debates -muy interesantes, desde luego- sobre si la religión A enseña mejor comportamiento ético que las B y C y obviando la discusión acerca de si la perfecta laicidad es el ideal de la enseñanza para los Estados aconfesionales, se constata fácilmente que lo que nuestra sociedad ha perdido es mucha educación para la ciudadanía.

Váyase un fin de semana a un centro comercial (por ejemplo, San Sebastián de los Reyes) y compruebe cómo un número importante de conductores habrán aparcado sus vehículos obstaculizando uno de los dos unicos carriles de tránsito, supuestamentete por no haber encontrado aparcamiento fácil en los sitios reservados al efecto, o por simple placer de considerarse ombligo del mundo. Serán o no conscientes de que con ello habrán ayudado a provocar aún mayores embotellamientos. Vea los carritos de la compra abandonados fuera de sitio, en medio de los carriles, por ciudadanos ddespreocupados de lo que pase a los demás.

Con los vehículos, desde luego, los ejemplos que se encuentran son múltiples: dobles filas ante restaurantes y discotecas, aparcamientos obstaculizando salidas de garaje o zonas de descarga; etc. Pero también, la falta de respeto a los demás se manifiesta sin necesidad de ir parapetado tras una masa de acero y plástico: en las colas ante las taquillas del cine, o para ir a pagar la compra, siempre habrá alguien más listo que los que aguardan pacientemente que se aproximará para hacer valer su desvergüenza, despreciando el tiempo de los demás ante el suyo...

Educación para la ciudadanía, sí, nos hace mucha falta.

¿Le tranquiliza saber que sólo el 10% de las multas de tráfico son cobradas? ¿Le preocupa conocer de dónde habrán sacado su dinero los habitantes de todos los poseedores de casas, automóviles y ritmos de vida superiores a los suyos? ¿Tiene la curiosidad de comprender qué hacen -descartado que vayan a su trabajo o vuelvan de él?-, y de qué viven -propietarios, pensionistas, agentes comerciales- los miles de conductores que, a media mañana de un día laboral bloquean las vías principales? ¿Qué tipo de actividades hacen merecedor a un alto ejecutivo de algunas entidades para ser remunerado hasta veinte o treinta veces más que un jefe de gobierno? ¿...?

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