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Al Socaire de El blog de Angel Arias

De cazadores y de madrigueras

Técnicas Reunidas S.A. es la entidad a la que la Real Academia de Ingeniería de España (RAIE) ha concedido este año su Premio Academiae Dilecta. En un acto con hechuras muy formales -se trata de una Institución relativamente nueva, pero con rancias resonancias-, recogió el galardón su Presidente, José Lladó Fernández-Urrutia.

No fue el único premiado en ese acto, que se celebró el 20 de noviembre de 2012. También lo fueron los "jóvenes investigadores" Miguel González Herráez y Gonzalo Guillén Gosálbez. Vaya por delante, aunque no dará más detalles en este comentario, que quedé muy impresionado al conocer los trabajos que estos profesores están realizando y que me propongo dedicarles en otro momento unas líneas.

De esa manera modesta contribuiré a que se difunda lo que están haciendo hoy día, seguro que muchos, pero desconocidos, investigadores españoles que, por lo presentido, miran hacia adelante cuando la mayoría miran (¿miramos?) hacia los pies.

José Lladó es un personaje que anda ya por los 78 años, y que dispone de esa perspectiva inconmovible que da la combinación de la edad y el éxito. En su discurso de reconocimiento, por el que recorrió la trayectoria de esa empresa de ingeniería que hoy da cobijo laboral a 4.600 empleados y ha conseguido clavar las banderitas de los proyectos realizados o en marcha en un montón de países, contó una anécdota sobre conejos y madrigueras que, como la colocó al final, además de servir para levantar unas sonrisas y calentar la sala para disponerla a aplaudir, debía significar, sin duda, que, en cierto modo, era un resumen (vulgarizador) de su filosofía.

Dijo Lladó que, cuando era un niño de pocos años, solía acompañar a su padre a cazar en una finca de un amigo, abundante en conejos, que habían construído en algunas zonas de la misma, innumerables madrigueras. El jovencísimo Lladó se entretenía viéndolos escabullirse en ellas, disputarse el cobijo cuando coincidían varios en el agujero o volver a salir a la superficie abierta si se daba el caso de que la trinchera estuiera a medio construir y no les proporcionara, por ello, la protección completa.

Pues bien. Sucedió (esto es, érase que se era) que los guardeses tenían un hijo púber, de unos 18 años, que les acompañaba en la caza por aquellos campos, como soporte logístico y levantador de piezas. La guardesa, que sabía de la buena situación de D. Juan Lladó en el Banco Urquijo -era el Presidente-, recomendó a su retoño ante el prócer: "Búsquele usté algo en el Banco, D. Juan". El astuto banquero (los términos con los que cuento la anécdota son solo míos), no prometió nada a la buena mujer. "Ya se verá", se limitó a decir.

"No importa" -parece que replícó la madre recomendante, sacando orgullo de flaquezas- "Si no es en esa madriguera, ya encontrará mi hijo otra".

Y aquí, los largos aplausos del respetable y, en el estrado, respetabilísimo, sellaron la intervención y, clausurado el acto, sirvieron un cóctel, escaleras arriba.

Llevo dándole vueltas, en mis ratos libres, a la anécdota, y, la verdad, no le encuentro aplicación al caso que nos ocupa. Y lo que es peor, rodeado como estaba de admiradores de José Lladó -yo también lo soy, admito-, no me atreví  a preguntarle qué diablos quería decir con la anécdota, para no alarmar a la  cohorte de entusiasmados fieles (1).

Y, sobre todo, por si había cazadores al acecho, sintiéndome en ese feudo un poco -no sé porqué- como infiel en Tierra Santa.

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(1) José Lladó Fernández-Urrutia, hijo de Juan Lladó, está casado con Pilar Arburúa, hija de un ex-ministro con Francisco Franco, y que fue presidente del Banco Exterior. Miguel Arburúa tuvo otros tres hijos: José Manuel, casado con Isabel Gómez-Acebo y Villapecellín; Silvia, casada con Marcelino Oreja (ex-ministro de Exteriores y ex Presidente de Fomento de Construccíones y Contratas), y Patricia, casada con Ignacio Domínguez Urquijo; Isabel Gómez-Acebo es hija de...

Pero, por más  vueltas que le doy, encuentro que toda esta relación de hipotéticos conejos y supuestas madrigueras nos revela un campo de caza distinto al de la mayoría.

 

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