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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la memoria histórica

En una reciente entrevista concedida para la TV en España (Telemadrid), el general retirado Sabino Fernández Campo afirmó que lo que había que hacer con el proyecto de Ley de la memoria histórica era retirarlo, porque lo que procedía era hablar del olvido histórico de la guerra civil y sus excesos. Lo decía, apuntillaba, desde la autoridad de haberla vivido como combatiente en el bando vencedor, enrolado con 17 años y promovido a mando de un grupo de jóvenes "mayores que yo", que confiaban en él y, por ello, su preocupación principal consistía en que superasen la guerra sanos y salvos y devolvérselos a sus familias.

Fernández Campo en aquella entrevista dió muestras de una estupenda lucidez, de la que no se resentía en absoluto haber cumplido casi los noventa años. Se refirió en ella a muchos otros temas, tratados con excelente cordura y mano izquierda. Se podrá estar o no de acuerdo con algunas de sus ideas, pero será difícil no coincidir con el talante. Un hálito de sensatez, inteligencia, y firmeza en las convicciones recorría la entrevista, y se transmitía desde la pantalla.

La preocupación del Gobierno del Presidente Rodríguez Zapatero por desempolvar las tensiones de una guerra incivil que volvió al hermano contra el hermano, alimentada desde principios que hoy no se comparten, es un error. Prácticamente la totalidad de los españoles vivos en la actualidad no ha participado en la guerra civil, y, la mayoría, ni siquiera han padecido sus consecuencias. La contienda ni siquiera es un episodio estudiado en los libros de Historia, porque el desinterés por lo que ha sucedido en el pasado es patente, y el contagio afecta incluso a lo que está sucediendo en el presente.

La redacción de la Ley ha suscitado, como no podía ser menos en este país de personas imaginativas e individualistas, todo tipo de sugerencias, apostillas y críticas. Unos quieren apelar específicamente a los crímenes concebidos contra la religión católica, otros recuperar indemnizaciones económicas contra juicios sumarísimos -además de injustos-; a éstos les encantaría anular sentencias; aquellos quieren hacer borrón y cuenta nueva de una vergüenza histórica que afectó a sus padres, abuelos, tíos, o antepasados de variados niveles de relación familiar...

Muchos familiares de las víctimas, más directos  y pragmáticos en una posición, ésta sí, completamente asumible, lo que desean simplemente es que los restos de sus feudos sean exhumados de los lugares en donde fueron fusilados, identificados en lo posible y trasladados a panteones adecuados.

La Ley tiene ya pocas posibilidades de salir adelante, a punto de agotarse el período mínimo para presentación de nuevas propuestas legislativas antes de las elecciones generales de marzo de 2008, pero ha dejado su huella. Ha reabierto la polémica sobre algo que, aunque no está olvidado ni debería olvidarse, si estaba superado: la capacidad del ser humano para hacer daño, mucho daño al otro, por no importa qué ideales, bajo no importa qué pretextos, alimentando el odio contra su próximo, para arrebatarle tal vez su posicióny  su hacienda o borrarlo del mapa por el placer de vencerlo para siempre.

Muchos de los que lucharon en uno y otro bando no tenían claro porqué luchaban, ni tuvieron elección para elegir. Los que dirigieron la contienda, la iniciaron o la continuaron, los que buscaron o no alianzas internacionales, los que defendían el orden establecido o pretendían derribarlo, lanzando a la muerte a enfervecidos partidarios de repúblicas, religiones, monarquías, órdenes, igualitarismos, acracias, ésos, tal vez sabían lo que querían. Pero están ya muertos y no podemos preguntarles directamente qué pretendían, o juzgarlos de sus supuestos crímenes en un juicio democrático, abierto, purificador. 

Pero hay otra enseñanza: los que sobrevivieron en el bando que se declaró vencedor, ya nos expresaron ...¡durante cuarenta años!... sus objetivos, y todos pudimos comprobar que las adhesiones al grupo de los vencedores se multiplicaron a medida que pasaba el tiempo. Interesadas o despreocupadas, obligadas o libres, ignorantes o conscientes, la realidad retejió su malla de interrelaciones, protegiendo el Régimen fascista (por cierto, adulterado con el paso de los años), consolidando situaciones de favor contra la que solamente unos pocos se rebelaron. Y ni siquiera estos descontentos consiguieron derribar al régimen, que murió por sí solo, de puro agotamiento.

Así que la recuperación de la memoria histórica, corre el riesgo de ser histérica, y, desde aquí nos apuntamos simbólicamente a la petición de una Ley del olvido histórico.

2 comentarios

Al socaire -

Gracias, Carlos, por tu comentario.

La referencia a Adolfo Suárez, reconocido ahora unánimente que tiene un Alzheimer terminal, como el mejor presidente que tuvo España desde el final de la era Franco, es muy oportuna.

La cita es para enmarcar. Si tuviéramos más reflexión, más debate previo y mayor respeto a lo hecho con anterioridad, a los españoles nos iría mucho mejor. Seguro.

hipotecas -

Adolfo Suárez tenía toda la razón

Frase de Adolfo Suárez en una entrevista inédita de 1980:
"Yo repito a menudo que en España está ocurriendo un fenómeno muy grave: las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y no pasan nunca por el cerebro… casi nunca pasan por la reflexión previa".
"Pero es un hecho que está ahí; que sucede. Y luchar contra ello es muy difícil… Yo he intentado combatirlo muchas veces… ¡Y así me va!"

En la política española del siglo XXI sigue sucediendo exactamente lo mismo: "las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y no pasan nunca por el cerebro" y se aplica tanto a los políticos como a los ciudadanos.

Carlos Menéndez
http://www.creditomagazine.es