El Club de la Tragedia: El experimento de Aristóteles
Uno de los experimentos atribuídos a la imaginación aristotélica sirve para demostrar que al sentido del tacto se le puede engañar, haciéndole creer que hay dos donde la realidad solo ha colocado uno.
Basta colocar una bolita entre los dedos medio e índice, cruzados, para confundir la razón, justamente porque la razón corrige, engañándose, lo que los sentidos le comunican; el cerebro, que está acostumbrando a localizar las sensaciones según la posición normal de los dedos, construye la ilusión táctil de que hay dos bolas, porque reordena subconcientemente las sensaciones que recibe, aplicándolas a lo que entiende habitual, y disocia la única bola existente, convirtiéndola en dos, que es lo que le parece más lógico.
Sin entrar en más filosofía ni discusión acerca de la utilidad práctica de esta constatación, experimento fácil de realizar y que a los niños siempre maravilla, me parece que se nos está haciendo el mismo juego entre adultos, llevándonos a creer que son dos las tenazas que nos aprietan, cuando la mano que las maneja es solo una.
Hace falta que alguien se vea obligado a contemplar el sistema desde fuera para que nos cante las verdades que, desde dentro, solo sospechamos quienes no estamos en el ajo, sino en el tajo.
De los personajes repelidos por el sistema, uno de los que me parece más serio de cara y contextura es Gaspar Garzón, quien fuera otrora aclamado juez instructor de causas penales muy mediáticas, político más que discutible y, sin duda, uno de los dedos índices acusadores más activos contra nuestro ordenamiento o sistema social (con visiones hacia lo jurídico, lo político y lo social).
Garzón viene diciendo, cuando le preguntan (como por ejemplo, el 16 de diciembre de 2012 sucedió en el Programa Salvados, que controla Ébole, uno de los periodistas más ágiles en moverse por el magma viscoso de los media) cosas terribles. Por ejemplo, que los miembros del Tribunal Supremo se mueven por intereses no jurídicos en algunas Sentencias (digamos, para entenderlo mejor, que la que le condenó a él y otras en las que se jugó con la figura de la prescripción para tenerlo atenazado al mismo él por salvas sean sus partes inquisidoras) y que, siguiendo con el tiro parabólico, que la corrupción está impregnando todas las estructuras del Estado.
Mientras lo escuchaba, con la atención que corresponde dar a quien estuvo dentro del asunto que tanto nos aprieta, recordé ese experimento de Aristóteles que conté al principio.
Nosotros somos, en el dibujo, el trasunto de la bolita. El dueño de mano es el Sistema, el entresijo de relaciones e intereses del que no nos es dado conocer más que el hecho de que nos acogota y exprime.
Los dedos índice y medio, son, en este ejemplo didáctico, la economía y la política, es decir, los que gobiernan desde el Estado y los que lo hacen desde las finanzas; podrían haber decidido apretarnos directamente, estrujándonos, pero han preferido hacerlo de cruzado. Así, los que manejan desde lo más alto, la cúpula del sistema, nos hacen creer que son dos, cuando en realidad, solo son los mismos.
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