Quejas al servicio
La vida ofrece magníficos momentos; no entro en discusión acerca de si unos disfrutan de más oportunidades que otros, porque es evidente que la naturaleza de las cosas es diferente para cada ser humano, y algunos han sido muy afortunados.
Hay ciertas inconveniencias que son propias de la fragilidad de la envoltura que nos han puesto encima de nuestra capacidad de pensar. Las enfermedades y las deformaciones -congénitas o adquiridas- condicionan mucho la posibilidad de momentos de disfrute. En cualquier caso, extenderse en estas consideraciones es moverse por el terreno de lo obvio: somos frágiles, y nuestro jarrón puede romperse en el momento más inesperado, tal vez sin arreglo posible.
La imagen de que nos encontramos destinados a una galera, condenados a trabajos forzados, puede parecer demasiado cruel, pero es la utilizada por Imre Kertész, premio nobel de literatura en 2010, para recoger varios centenares de brillantes pensamientos en un libro (falsa novela) que tituló Diario de la galera.
"No dejo de quejarme de la vida. Y eso que todavía falta morir", es uno de ellos. En este día de difuntos de 2012, ofrezco esta reflexión -aparentemente pesimista, subterráneamente, positiva- para los que se esfuerzan en mirar hacia otros lados.
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