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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Libertad y libre albedrío

Es una cuestión que ocupa muchos tomos de elucubraciones filosóficas, pero no se ha encontrado una definición perfecta sobre el libre albedrío y, por tanto, puesto que no se sabe con exactitud qué es ni cuáles son sus límites, pocas consecuencias se pueden extraer al respecto que sean compartidas sin generar grandes discusiones, especialmente entre quienes se asoman al tema de manera  espontánea.

Desde que la física cuántica incorporó algunos principios de aparente comprensión sencilla, como el principio de no-determinación de Heisenberg -que niega nuestra opción de ubicar con certeza la posición de ciertas partículas elementales (subatómicas), que no tienen porqué preocuparnos demasiado en general, incluso un instante después de haber definido dónde estaban (1)-, son muchos los que afirman que, gracias a ese principio, el azar rige nuestras vidas y que el libre albedrío no existe. 

Esta conclusión no tiene ninguna base ni teórica, ni práctica. Confunde, además, el mundo de la física con el de las ideas y traslada un principio de la física teórica a la sicosociología, sin fundamento alguno.

El cerebro humano no responde, en lo que observamos -y no tenemos más medio de aproximarnos a la comprensión de lo propio como de lo ajeno que la observación, para de ahí extraer consecuencias- a ese principio de no-determinación, por más que algunas veces y en algunos momentos haya individuos que parecen regirse mentalmente por la improvisación más absoluta. Pero no por resultarnos difícil predecir cómo van a actuar, estamos autorizados por la física a imaginar que su comportamiento es azaroso.

Si dejamos a un lado el espacio de lo estrictamente intelectual, esto es, lo que se cuece en el cerebro de cada uno, y os atenemos al terreno de lo físico, la observación empírica nos facilita algunos datos y con ellos, podemos tratar de analizar la aplicación de las previsiones deterministas.

Localizados en las coordenadas espacio-tiempo, y conocidas las variables que influyen en nuestra posición, las leyes de la física permiten deducir, con probabilidad determinable, dónde estaremos en los instantes siguientes. Y esto, incluso admitiendo que ser humano puede elegir, en medida variable pero probabilísticamente calculable, qué va a hacer.

Todo depende de los grados de libertad de cada uno, que son consecuencia, si simplificamos las capacidades de decisión al campo económico, por nuestras disponibilidades de efectivo y crédito en un instante dado.

Por eso, la libertad de, por ejemplo, la Reina de Inglaterra, es muy alta para poder comprarse, si le apetece, un inodoro de oro -máximo acuerdo entre esa opción de su libre albedrío y de su libertad de ejecución-, aunque escasa para salir a la calle sin uno de sus aparatosos sombreros -alto desacuerdo entre su peculiar gusto estético y su libertad para ir con la cabeza descubierta, incluso sin corona-.

En otra dirección, la libertad del inmigrante sin papeles que pide una limosna en la calle para sentarse a comer langosta en el Hilton es mínima -por más que su libre albedrío le estimule a probar lo que puede sentirse en esa situación que no a todo el mundo tiene que gustar, por lo demás-. Como contrapartida, la opción de ese desgraciado acordarse -en su idioma- de la madre de todos los transeúntes que pasen a su lado sin ni siquiera mirarlo es muy alta -ejercicio de la libertad intelectual, metafísica, que aunque no supere la sensación física de hambre en el estómago le puede proporcionar alguna satisfacción momentánea-.

No estoy seguro de haber explicado correctamente la diferencia entre libertad y libre albedrío, pero, al menos, doy fe de que me he divertido bastante escribiendo este comentario, utilizando -en mi ámbito- ambos.

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(1) No es extraño que impere la confusión. Hace unos días, oí en la radio a un empresario bancario español con gran poder de representación en su colectivo, que "la posibilidad de que España fuera rescatada ha pasado a ser una probabilidad".

Ignoro si en el lenguaje vulgar de los banqueros esa frase significa algo, pero en la de los que sabemos algo de estadística, no significa nada: Si el rescate de España es posible -como, desgraciadamente seguirá siendo así, mientras se mantenga una intolerable tasa de interés para el dinero prestado a nuestro país-, tendrá una probabilidad de ocurrencia, que podrá ser mayor o menor (dependiendo, entre otros muchos factores, del riesgo de que dejemos de pagar a los banqueros alemanes, y de la presión de Italia para no caer en el mismo pozo).

Solo lo imposible es improbable o, si se quiere, y mejor expresado, tiene probabilidad cero de ocurrencia. Por eso, si algo es posible, en un espacio temporal infinito, acabará ocurriendo...lo que, si es muy dañino, hay que desear que no lleguemos a verlo. Y si no es posible, por supuesto, por mucho que deseemos fervientemente que exista, no existirá jamás, aunque lo invoquemos por toda la eternidad.

 

1 comentario

Sin libre albedrío -

Según esta definición:
Libre albedrío: concepto filosófico que presupone que los humanos tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones sin estar determinados por eventos previos y/o el azar.
El libre albedrío es imposible. Si os interesa el tema, os invito a descargaros gratuitamente mi libro "cómo vivir feliz sin libre albedrío" en http://www.janbover.org