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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Ingenieria para Abogados y Economistas. Ordenación del Territorio (1)

La ordenación del territorio es una expresión técnica por la que se recogen las preocupaciones relativamente recientes acerca del modo de reducir el impacto del ser humano sobre el entorno. No pretendo dar aquí una definición del término, sino abordar algunos ejemplos de aplicación de la ingeniería en esta disciplina, típicamente multidisciplinar.

Conviene indicar, ante todo, que la perfecta ordenación del territorio es no solo imposible, sino contraproducente. En el siglo XXI los territorios ya están todos ocupados por el hombre, tienen un dueño y, por lo tanto, un uso.

Que circunstancialmente el poseedor del territorio no disponga de título de propiedad o la tenga abandonada, no empaña esta afirmación general: ya no es posible llegar con la bandera de conquistador a ningún sitio del planeta y apropiarse de las tierras en nombre de cualquier advocación humana o divina, sin exponerse a que le recluyan de inmediato a uno en un centro siquiátrico o se inicie un conflicto diplomático chungo (Malvinas/Fawkland, Perejil, Gibraltar, Yeonpyeong, etc.).

Por supuesto, no se presentan por tanto más que ocasiones puntuales en las que se ofrezca al planificador un territorio virgen para que implante en él el bosquejo de una ciudad, ya sea cuadrangular, alargada, circular o elíptica (por denominar las formas geométricas más lógicas y, por tanto, comunes, utilizadas inicialmente por tanto por los planificadores como por el devenir natural de las cosas).

Los ejemplos recientes de esta concepción integral de la ciudad ideal no son generalmente aplaudidos; los estudiosos de la ordenación global de las poblaciones se preocupan, más bien, de proponer medidas de descongestión de las megalópolis y apoyar el crecimiento de poblaciones interconectadas (en el periurbano de una gran urbe), atendiendo a dimensiones óptimas máximas en torno a 500.000-1 millón de habitantes.

La mayoría de los casos de ordenación del territorio se refieren, en realidad, a la recuperación y mejora paisajística de áreas públicas, a la concepción de nuevos emplazamientos muy específicos (polígonos residenciales, administrativos o industriales e incorporación de dotaciones de las llamadas asistenciales) próximos a los núcleos existentes y, en pocos casos, a la rehabilitación de zonas urbanas degradadas.

Todas estas actuaciones implican la integración de lo nuevo en lo existente, atendiendo -o no- a las funciones de utilidad, coste, oportunidad, flexibilidad, etc.

Es probable que el AES tenga la impresión a priori de que, dependiendo de la especialidad ingenieril, la concreción del concepto de ordenación del territorio a un caso dado, cambiará sustancialmente según a quién se confíe la cuestión.

No pretendo ni ser concreto ni levantar sonrisas, pero si los ingenieros respondieran a la especialidad que lucen en sus títulos o que les atribuye el imaginario colectivo, la distribución lógica de tareas parecería la siguiente.

Un ingeniero de caminos atenderá básicamente a la regulación del tráfico y, por tanto, de los viales; propondrá rosetas de distribución, vías alternativas y algún que otro soterramiento (para lo que debería contar con algún ingeniero de minas, al menos, para que formalmente le firme el proyecto); un ingeniero agrónomo o de montes se fijará en el encauzamiento de los ríos y la generación de apacibles paseos fluviales con la protección de varias especies arbóreas; un ingeniero de telecomunicaciones debería garantizar la cobertura en el territorio de recepción de los diferentes tipos de señales, planificando su disposición subterránea en lo posible; el ingeniero industrial aconsejará la concentración de las industrias en el polígono específico, con los puntos de toma eléctrica y de agua, recogida de residuales,  que sean del caso y diseñará naves y chimeneas. Etc.

Pues bien: es prácticamente seguro que esta distribución voluntarista no se encontrará en la realidad. Y no por culpa de los ingenieros, a los que la necesidad de encontrar trabajo ha llevado a ocuparse de cualquier especialidad técnica, encontrando así una exigüa aplicación al cúmulo de enseñanzas (teóricamente) impartidas en las aulas universitarias.

Cuando se planifica crear un nuevo polígono residencial, elegido el terreno de acuerdo con las normas de la especulación que rijan en la zona, la Ordenación del Territorio se encargará, en general, a una constructora (con o sin concurso público), que se ocupará, principal sino únicamente, de ejecutar los viales y las conducciones de agua, residuales y electricidad atendiendo a la reducción de costes que le resulte adecuada.

Reducido en su posibilidad de acción, plantados unos cuantos arbolitos (del tipo plagano o magnolio), para compensar los que eventualmente hayan fallecido en el movimiento de tierras provocado por las excavaciones, enmarcando la  construcción de los macro-edificios y centros asistenciales que tienden a desplazar del centro urbano el tráfico de usuarios (1), el especialista en "ordenación del territorio", convertido en decorador paisajista de urgencia, contribuirá así a consolidar la destrucción práctica del territorio, haciéndose cómplice indirecto del feismo que es general en los nuevos barrios de casi todas las ciudades (en cualquier lugar del mundo).

(continuará)

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(1) Esta medida tiene doble interpretación: por un lado, se dificulta el acceso físico del ciudadano "desocupado" a los centros administrativos, separando la gestión de los servicios de la urbe de la propia urbe, contribuyendo a reforzar su áurea de misterio y apoyando su bunkerización (solo parcialmente roto por la posibilidad de realizar algunos trámites telemáticamente); por otra, se concentra el funcionariado y los departamentos administrativos de los servicios públicos y de las empresas en un único "edificio de oficinas", consolidando la sospecha de que la gestión pública como la privada, a partir de cierto tamaño, se rigen por principios similares, no todos nobles.

 

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