La expuesta singularidad de Asturias
He puesto ya otras veces de manifiesto que Asturias ha funcionado históricamente, en múltiples ocasiones (generalmente, además, sin pretenderlo los protagonistas) como banco de pruebas de España.
Su situación periférica, el permanente aislamiento geográfico de esas tierras y la peculiar sensibilidad de sus más significados personajes (faltos, en general, de la percepción de la realidad que dan, más que los viajes, el meterse en la piel del otro), el empacho de la digestión exagerada de los problemas locales, y el temperamento inicialmente fogoso, pero en el fondo, dócil, de sus pobladores, es caldo idóneo para experimentaciones.
Se adelantan en la región, por todo eso y quién sabe qué otros retruécanos y visiones deformadas, problemas -ya sean reconversiones salvajes, montaje y represión de huelgas sin objetivos deducibles, compras alegres de empresas inviables con capitales públicos, proliferación de centros culturales ingobernables e inútiles, etc.- que después se ventilarán en el resto del país. Se prueban también así opciones por los gobiernos centrales, cuyo resultado se trasladará después a la política oficial, ya con más conocimiento de cómo manejarlas.
Las elecciones autonómicas que, por decisión del presidente regional Francisco Alvarez Cascos (al que se acusa de haber fundado un partido personalista, cuando así han sido siempre todos), se volverán a celebrar a los seis meses de haberse llevado a cabo las últimas, aunque coinciden con las andaluzas, proporcionan en exclusiva un material apetitoso para tratar de presagiar lo que se nos avecina.
!Qué más da que en Andalucía, precipitado a una victoria pírrica por la perfectamente escenificada debacle de las ideas de Pablo Iglesias, gane el candidato Javier Arenas, reforzando así un mapa español aún más azul!. Asturias es diferente, porque va por delante de la realidad, predice el futuro. Y el futuro es el desorden, por la disociación bipolar entre los que manejan o creen manejar el factor capital y los que creen representar el factor trabajo.
Ninguno de los partidos mayoritarios tiene opciones de gobernar en solitario y tampoco parece que se puedan construir mayorías por afinidades naturales (que no personales) entre los que tiran de la cuerda, bien sea a la izquierda o a la derecha.
Pero no es esa cuestión, con ser muy grave, lo más preocupante. Cuando se analiza el comportamiento de los candidatos, se constata que su talante y los contenidos de sus discursos, son... muy aburridos. Que me perdonen todos ellos, porque son amigos o muy bien conocidos, pero ninguno tiene el aspecto de estar disfrutando con la perspectiva de ganar, conscientes de que ninguno va a ganar. Y tampoco, por supuesto, destilan emoción sus presuntos simpatizantes o seguidores.
Ese es el futuro de España, si no lo corregimos (y no sé cómo). Un país políticamente soso. Pobre, sumiso, resignado y... aburrido.
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