¿Qué sucedería si gobernara Jesucristo?
No pretendo -en absoluto- parecer irreverente con este Comentario. Justamente, al contrario.
Soy de los que están convencidos de que el mensaje cristiano, en especial, después de la dosis ecuménica de la que lo dotó Pablo de Tarso, entronca perfectamente con la filosofía humanista más noble, aquella que nos hace soñar con que formamos parte de un solo grupo, y que la solidaridad debería formar parte esencial de nuestro comportamiento.
Una filosofía de la que se derivan nobilísimas actitudes vitales que ha sido recogida por prácticamente todos los grandes pensadores, y que ha sido seguida, incluso sin apelar a ella (por intuicción o convicción derivada de la visión de la propia naturaleza y sus miserias) por casi todos los que han dedicado y dedican su vida a los demás.
Podría, por ello, preguntarme también sobre lo que sucedería si todos los gobernantes de la Tierra se comportaran siguiendo al pie de la letra las consecuencias de los postulados de Zaratrusta, Buda, Kant, Bertrand Russel, el Dalai Lama, Juan de la Cruz, Teresa de Calcuta, ...
Desde luego, lo más probable es que los asesinaran de inmediato.
Pero, suponiendo que esos líderes imaginados sobrevivieran a los deseos de que desaparecieran, y pronto, por molestos, por incómodos, habría muchas cosas que, con seguridad, se corregirían de inmediato.
No habría ningún problema en que quienes acumulan riquezas se vieran desposeídos de lo que les sobra para que pudieran vivir mejor los más necesitados.
No habría dudas ni resistencias (¡ay!) de que los que están cobrando subvenciones trabajaran en ayuda a la comunidad.
No existiría ocultación de proyectos que pudieran ser rentables para el conjunto de la sociedad, al contrario, serían puestos gustosamente a disposición de los más capaces.
No se admitirían discusiones acerca de quiénes son los óptimos para ocupar un puesto, ya que todos estarían de acuerdo en que, para avanzar más rápido, es imprescindible que los que se ocupen de un tema sean los más sagaces y mejor instruídos.
Ya, ya sé que, para la inmensa mayoría, el punto débil de tantas buenas voluntades es que ese líder fantástico y un tanto fantasmagórico no tendría nada atractivo que prometer: ¿solo ser buenos? ... no existe constancia de un cielo para los bienaventurados, no hay seguridad de que la paz hipotética interior sea más reconfortante que un buen jamón serrano o una placentera compañía, no encontramos mayor placer en ayudar a unos muertos de hambre que en asistir a un partido del Madrid contra el Dinamo de Moscú.
¿De verdad, necesitamos que, ya que no hay seguridad de recompensa por ser honestos, nos guíe solo la picardía de no caer algún día bajo el alcance de los palos?
Desde el ejercicio de la utopía a la que la que solo la deformación de la realidad ha hecho imposible, me pregunto porqué, en lugar de las promesas de políticos que no poseen, evidentemente, el control de la situación -que no tienen especiales ideas, que no saben más, que no son más eficaces ni más éticos-, no aparecen en el escenario de la crisis, para evidenciar su compromiso, los grandes empresarios, los mayores terratenientes del país, los más conspicuos poseedores de capital y rentas, para que, en conjunción con científicos, técnicos, especialistas, jóvenes universitarios, desempleados con ideas, nos precipitemos a salir, con la ética por delante, con el empuje de toda la fuerza colectiva, por la puerta de las soluciones.
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