En el nombre de la Enel-gía, ¿Business as unusual?
La Jornada resultó más bien aburrida. Era el Día de la sustentabilidad para Enel, la empresa italiana que controla Endesa y, hasta la hora del almuerzo (un tentempié servido con algo de desorden), el flamante Auditorio que la empresa tiene en Madrid, estaba a rebosar. Después, ay, los espacios se aclararon bastante.
Lo más interesante nos pareció el mensaje del Ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, que lanzó algunas piedras en el tejado de la sustentabilidad que trataban de construir, desde la lógica autocomplacencia, los ejecutivos de Enel-Endesa y sus speakers invitados de pago.
El discurso de Jáuregui tuvo reflejos de nostalgia de tiempos pasados, o así nos pareció. Empezó expresando con claridad el mensaje de fondo: La política desde la Administración del Estado no lo puede todo y "La Empresa" puede mucho más.
Teniendo en cuenta que la política de Endesa (como quedó trasparente en la jornada) la fija Enel, y que las directrices para este complejo italiano son establecidas desde la administración pública del vecino del Sur, esta confesión de debilidad sonó a extraño.
Jáuregui expresó que "la sostenibilidad está en la base de una cultura que ilumina la actual situación", y que los ciudadanos reclaman un comportamiento responsable de sus empresas. Sin embargo, -dijo- así como "en los últimos diez años en España se ha avanzado más -en actuaciones trasversales- en los campos de ambiente e integración de la discapacidad", en el sector de la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) advierte el Ministro "signos preocupantes de agotamiento en el debate".
A la vista de las rutinas (también "preocupantes", adjetivó), tiene la sensación de que se actúa como si "ya se hubiera avanzado bastante", olvidando que la RSC no es una meta, sino un camino de perfección y excelencia.
Apoyó esta grave constatación en ejemplos concretos: el alto porcentaje de empresas del IBEX que operan en paraísos fiscales, la disminución de presión por parte de la Administración, -consecuencia de la pérdida de ingresos públicos por la caída del sector inmobiliario-, y la importancia marginal que conceden las empresas a las Memorias de Sostenibilidad, que -en lugar de "ser una oportunidad para que las compañías se desnudaran", se contratan a empresas consultoras, que las realizan de acuerdo con estándares convencionales, poco agresivos.
El ministro Jáuregui abogó por una modificación de los principios que regulan, desde las empresas, los informes de sostenibilidad, que deberían estar destinados a los stockholders, y ofreciendo información interna útil como, por ejemplo, sobre la subcontratación que realizan, incoporando un listado de proveedores.
"Las empresas grandes (de más de 1.000 empleados) están obligadas a hacer ese Informe" (es decir, no lo considera una decisión voluntaria, sino exigible por Ley), y "las empresas públicas tienen que dar ejemplo".
El final de su corto discurso fue contundente: "El futuro será sostenible, o no será".
En la mesa redonda (más bien, respuesta a un cuestionario "light" que dirigió a varios amigos de Enel, como maestro de ceremonias, el periodista David Eades, de la BBC), la secretaria de Estado Teresa Ribera (que tuvo el acierto, a pesar de su excelente inglés, en hablar en español, "para que el auditorio le entendiera mejor") defendió como importante "enunciar compromisos políticos en el corto plazo, como la única manera de generar señal, certidumbre, para que las empresas y la sociedad vayan generando nichos" a medio-largo plazo.
Así que, al menos desde la Administración pública española, se daba por bueno el eslogan que servía de llamada de atención para la Jornada: "Business as unusual".
El problema está, desde luego, en cómo conseguir beneficios empresariales con himnos a la bandera de los intereses colectivos, ausentes del debate.
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Rafael -