Sobre lo que deberían saber los ingenieros
Hace ya tiempo que no se oye hablar -en los foros técnicos, se entiende- entre las diferencias y ventajas a favor o en contra de los ingenieros generalistas y especialistas.
La modificación de los planes de estudios en casi todas las ingenierías, que se venía reclamando por distintas voces, se ha realizado al abrigo de los acuerdos de Bolonia.
El objetivo de Bolonia es claro (e ingenuo), pues resulta tan loable como inalcanzable pretender que los profesionales de esa Europa que se está construyendo a zarpazos puedan encontrar acomodo en cualquier país, independientemente del lugar en donde hayan estudiado.
Sin embargo, y en particular, en el terreno de las ingenierías, la cuestión, al menos en España, hubiera necesitado un debate previo mucho más profundo.
No lo ha habido, ante todo, por la terrible desconexión que existe entre la Universidad -muy específicamente, las Politécnicas- y las empresas, y, además, por la ausencia de un modelo coherente, pactado y creíble de desarrollo para nuestro pequeño país.
Si no se tiene claro si queremos poner nuestra ventaja comparativa en naves espaciales, minería metálica profunda, construcción de rascacielos a prueba sísmica, sicosociología industrial o telemedicina del cerebro -por poner ejemplos que pueden parecer estrambóticos-, tampoco necesitamos, por supuesto, saber qué debemos enseñar a nuestros educandos.
Porque lo que debería reconocerse es que la tecnología ha avanzado en estos últimos cincuenta años de forma brutal, y que es imposible enseñar en la Universidad más que los rudimentos, la base, los conceptos, de varios de esos hallazgos, confiando en que el alumno, una vez egresado, sea capaz, por sí mismo, de completarlos y adaptarlos a lo que necesite en el mundo de la empresa.
Es decir, hay que formar al universitario que se pretende luzca la categoría profesional de "ingeniero", capacitándolo para resolver por sí mismo, en el terreno técnico, el desafío de todo intelectual: su formación continua, el no dejar, nunca, hasta la muerte, de educarse, aprendiendo sin descanso la manera de resolver mejor los problemas que la práctica le ponga en necesidad de abordar.
Para conseguir un objetivo tan complejo, hay que saber combinar la enseñanza teórica de calidad con ejemplos prácticos que permitan al alumno saber cómo aplicar los conceptos.
Coordinar esta dualidad exige que unos maestros sepan muy bien las bases de la ciencia que están obligados a transmitir -y lo hagan con ilusión y credibilidad- y otros (o los mismos), bien porque estén trabajando en empresas o en estrecha colaboración con ellas o se hallen capitaneando equipos investigadores que se hayan situado en algún tema a la vanguardia mundial, sean capaces de decir a sus alumnos: "Y esto que os han enseñado en los primeros semestres lectivos, sirve, por ejemplo, para resolver estos problemas de esta concreta manera. Vosotros deberíais resolver los que se os presenten, combinando lo que sabéis con lo que aprendáis, al salir de aquí, por vuestra cuenta".
Claro que si se trata de copiar -mejor o peor- lo que hacen otros, vender los equipos y soluciones que fabriquen las multinacionales o, en el más favorable de los casos, confiar en que los mejores de cada promoción se preparen por su cuenta como Dios les de a entender, e incluso se vayan al extranjero si aquí no encuentran sitio para resolver sus inquietudes, la cuestión será siempre otra y sus soluciones, también.
1 comentario
Antonio Fumero -
http://www.upm.es/modeloeducativo/Inicio.html
y la convocatoria para la siguiente tertulia ;)
Con ánimo constructivo, incluso:
http://antoniofumero.posterous.com/socioinfotecnoprofesionales