Sobre molinos, catedrales y energías
Seguramente está ya todo dicho sobre los métodos técnicamente disponibles para producir energía primaria. Una parte sustancial de lo argumentado, además, está mal dicho, mal presentado, tendenciosamente elaborado.
No hace falta, por supuesto, hacer ninguna encuesta. Todos los occidentales, cultos e incultos -y, en especial, estos últimos- tenemos una preocupación obsesiva por el ambiente. Preocupación teórica, obviamente. La inmensa mayoría de los defensores de la conservación ambiental y de las especies amenazadas -se sobreentiende, por el hombre- no hacen lo más mínimo para reducir su gasto energético o disminuir su propia huella ambiental.
En España han triunfado los defensores de la producción de energía primaria a partir del viento y del sol. Se nos ha vendido, utilizando la fortaleza de los media y el poder de la argumentación simplista, que la energía nuclear es peligrosa y que los aerogeneradores y las placas solares corresponden a conceptos seguros, limpios, autónomos.
No reabriremos, pues, las puertas a la polémica, porque ya hemos expresado en otras ocasiones nuestra opinión. Simplemente, nos limitamos hoy a ofrecer una fotografía de indudable valor estético.
La central atómica de Olkiluoto 3, en Finlandia tiene una silueta que recuerda a la catedral de Bizancio. Esta central de la llamada tercera generación de reactores producirá 1.600 MW (megawatios), esto es, la energía suficiente para una ciudad de 1 millón de personas. Cuando esté completamente terminada, su cúpula tendrá un diámetro de 56 m y se convertirá en el núcleo de peregrinaje para todos los devotos de una religión que, a pesar de todas las zancadillas que encuentra en el camino, goza de muchos adeptos: la fe en una energía nuclear segura.
El reactor de Olkiluoto es del tipo EPR (de agua a presión), y, en efecto, el calor se consigue por la fisión (o descomposición) de Uranio o Plutonio. El calor producido sirve para la producción de vapor en los generadores, que en la sala de turbinas se utilizará para la generación de corriente. Los condensadores enfriarán posteriormente el vapor, y el agua será recirculada nuevamente a los generadores.
La diferencia sustancial en cuanto a seguridad de este tipo de reactores, respecto a los que seguiremos utilizando en España mientras se encuentren en su vida útil -porque nos son imprescindibles-, es que la nave de turbinas no precisa de protección a las radiaciones, porque el refrigerante de los reactores no abandona en ningún momento el edificio en donde se encuentran.
Es decir, el flujo de refrigeración (secundario) y el circuito primario no se mezclan nunca; no hay riesgo de contaminación radiocativa. ¿Nos oyen? No hay riesgo.
No hace falta que opongamos a esta bella fotografía de Reuters/Bob Strong (que publica Finantial Times Deutschland el 29.10.2010) la de los miles de lugares en España que han sido destruídos estéticamente por la proliferación de aerogeneradores y huertos solares -que han servido para enriquecer a algunos pocos y empobrecernos más a todos-.
Simplemente, habrá que recordar que seguimos utilizando la energía de procedencia nuclear en nuestro territorio, y la mantendremos durante una o dos décadas más, en tanto que hemos renunciado a mantener a nuestros técnicos en la cumbre del desarrollo de esta brillante forma de proporcionar energía segura, rentable y estéticamente hermosa.
Caminamos, con paso decidido, hacia una nueva época de las cavernas, en las que la ingeniería propia habrá sido sustituída por la esclavitud económica y cultural a la que nos habrá conducido nuestro desprecio al saber complejo, en beneficio de la combinación estulta de lo que creemos entender mejor porque es más simple, intuitivo y aparentemente -solo aparentemente- más seguro.
Un gran despilfarro de energías, a un coste que, como se ha demostrado, no podemos asumir y por una causa innecesaria, que no rentabilizaremos jamás: nuestro hipotético liderazgo tecnológico en las energías eólica y solar fotovoltaica.
(El lector interesado puede investigar por su cuenta qué empresas y qué capitales se encuentran detrás de los grupos mundiales que capitanean este desarrollo, cuyo desarrollo hemos subvencionado con alegría).
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