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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las consecuencias de la retirada del muro de Berlín

No cayó. No tuvo lugar la caída del muro de Berlín. Lo retiraron los que lo pusieron, adrede. Abrieron primero una puerta -después de anunciar desde un mes antes que lo harían, a bombo y platillo- y dejaron pasar por ella a los que quisieron, marcando sus pasaportes con un sello sobre la foto.

Valoraron los efectos. Los de un lado y los del otro. Sin información, cautos al principio, frenéticos después de advertir que los militares de frontera no solo no disparaban contra nadie, sino que saludaban desde el otro lado, unos cuantos ciudadanos desde el lado de la República Federal alemana, con buriles, punzones, desatornilladores y otros instrumentos precarios, abrieron un boquete.

Fue un momento histórico, si. Otro más de los muchos de los que la política dotó al siglo XX. No fue equiparable al del comienzo o final de las dos guerras mundiales, ni a las crisis económicas de los 20 o de los 70, ni a la creación de la ONU o de la Comunidad europea, o al uso de la energía nuclear con fines pacíficos o bélicos, o a la consagración de la hambruna subsahariana, o a las guerras de Vietnam o Corea, etc.

La retirada del muro de Berlín fue una operación necesaria para un trozo ficticio de país, la República Democrática alemana, que llevaba una década en suspensión de pagos y se había convertido en una carga pesada, económica y dialéctica, para las Repúblicas rusas. No había ya nada, además, que demostrar. El régimen comunista había probado su incapacidad para crear una economía saludable, corrompido desde sus raíces.

La perestroika de Gorbachov empezaba a cosechar sus frutos en el campo de la cooperación con el falso enemigo americano. Desde su acceso al poder de la URSS en 1985, ese político pragmático había comprendido que la guerra fría no tenía sentido. El imperio ruso aflojó la mano: Hungría y Polonia salieron por los primeros resquicios. El muro era un mastodonte incómodo, inútil. Parodiando a J.F. Kennedy (que había dicho cuando se construyó que "era mejor un muro que una guerra") Michael G. debió pensar que "era mejor abrir el muro y dejar que los parientes ricos nos liberaran de algunas bocas antes de que el hambre nos amargara a todos".

El muro de Berlín "cayó" teóricamente en la noche del 9 al 10 de noviembre, entre un viernes y el sábado de 1989, después de haberse mantenido en pie durante 28 años, sin que hubiera despertado en ese largo período, críticas significativas desde el otro lado de entender las cosas. Fue un despropósito, desde luego, un despilfarro consentido por quienes toman las verdaderas decisiones.

Para algunos, pocos, ciudadanos de a pié, resultó una provocación, un acicate para preparar el paso al otro lado. Porque los muros despiertan la curiosidad del ser humano y, en general, detrás de un muro siempre se piensa que existe una tierra mejor o peor. Se desconoce cuántas personas murieron exactamente por intentar traspasar esa línea de hormigón armado para "alcanzar la libertad" o por "traición intolerable", que son las dos caras de la misma impudicia. 

La historia posterior es aún confusa. La reunificación de las dos Alemanias tuvo lugar con gran boato en 1991, impulsando al canciller Kohl a la santidad. España perdió su papel de país privilegiado en subvenciones de la Comunidad Europea, que cambió propriddades.

De esa forma pragmática que siempre caracterizará a los que manden en Alemania, el muro físico fue sustituído por otro, invisible pero real, que, al día de hoy, permite distinguir sin dificultades a los alemanes que viven a uno y otro lado de la puerta de Brandeburgo. Les diferencian salarios de más de un 30%, posibilidades de trabajo, niveles de vida, el talante, el mismo concepto de bienestar y felicidad.

Resulta increíble, pero 20 años después, tal vez un 30% de los alemanes que fueron ciudadanos de la RFA creen que allí "vivían mejor".

¡Serán desagradecidos! Entretanto, los impulsadores de muros consintieron que otro muro más sólido, más alto, más fuerte, fuera construído en otro lugar del mundo. En Jerusalén. Hay otros muchos invisibles, y no hace falta recordar que ahora se levantan siempre desde el lado de la opulencia. Ya no debe parecer necesario andarse con rodeos.

1 comentario

manuel -

La diferencia entre las dos Alemanias subsisten al día de hoy y de una forma apreciable.
El pasado año hicimos un crucero por el Atlántico en el que la mayor parte del pasaje era de nacionalidad alemana. Durante todo el crucero estuve renegando de la mala educación de los alemanes, en contra de la idea que yo tenía sobre ellos por mi experiencia profesional. Al final del viaje se aclaró la causa de esa mala educación que tanto me alarmó.Eran alemanes de la antigua RDA.