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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el amor y otras actitudes más o menos relacionadas con el sexo

Se ha escrito y hablado tanto sobre el amor que parece todo ya tratado. Lo único nuevo en esa historia es el amor que cada uno siente por el sujeto amado, y eso es lo que motiva, como razón estética, su exaltación poética en vates profesionales y aficionados. "Si no tengo amor, nada soy", escribía el convertido Paulo a los Corintios (13, 1-3), y es creencia de muchos, aplicándola a los presuntos efectos positivos del sentimiento de amar a una persona concreta.

En época de revisiones y escepticismos como ésta, la reconsideración del amor es uno de los tabúes no confesados del ser humano. Parece que la necesidad de amar está vinculada con la preocupación por resolver el sentimiento de soledad que provoca el conocimiento de la propia mortalidad.

Deseamos compartir las preocupaciones vitales, las grandes como las pequeñas, con alguien, y esa actitud de comprensión recíproca bien se puede llamar amor. No hay razón especial para pensar que ha de regirse, así considerado, por la idea de monogamia. Tanto más cuanto compartamos con mayor número de personas las mismas inquietudes, menos solitarios nos encontraremos, y más amor -o sea, más apariencia de solución- encontraremos para nuestras interrogantes.

Para casi todos los humanos, sin embargo, el amar está, en un principio, relacionado con otro deseo, que es el de practicar el sexo de forma consentida con la otra persona. La mayor parte de la gente respetable, al menos en público, no reconocería que desea realizar el acto sexual o muchas de sus aproximaciones graduales si no es con una base de amor. El amor confesado perdona cualesquiera estridencias en el acercamiento al otro.

En estas fechas (San Valentín, 14 de febrero) en las que son muchos los jóvenes -y no tan jóvenes- que se confiesan su amor o refrescan su comunicación, no estaría de más realizar el ejercicio mental de recapacitar porqué amamos. No es un fenómeno que pueda resolverse con respuesta colectiva. Cada ser humano ama por una razón, seguramente, diferente, personal; incluso no coincidente con el del alter ego amado.

La razón que más nos gustaría detectar, a propios como a extraños, es que se ama para compartir. Y se ama mucho a una persona concreta para compartirlo todo con ella. Aunque ese deseo se quede, como todos los objetivos teóricos, asintóticos, a más o menos distancia real y, en no pocos casos, la confesión de que "nos amamos" se convierta en una farsa de dos ante los demás. O, aún más dramáticamente, si decimos, sin quererlo, "te amo", de uno frente a otro.

 

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