Sobre la excelencia empresarial y los referentes del progreso
El 16 de octubre de 2008, un grupo de empresarios, convocados por la iniciativa de Ramón Pujades, se reunió en el Salón de Actos de la Asociación de Prensa de Madrid para escuchar algunos mensajes sobre la excelencia empresarial. No es una iniciativa nueva, sino la persistencia en una fórmula que lleva repitiéndose, tanto en Madrid como en Barcelona, desde hace ya 22 años, lo que prueba la solidez y el interés de la misma.
La reunión, bajo el epígrafe de "Reunión de referentes del Progreso" -título de apariencia pomposa que mueve a una cierta prevención sobre los contenidos que se irán a escuchar- sirvió de punto de encuentro de unos sesenta empresarios, algunos curtidos en muchas lides. Cerró el acto el subdirector de calidad del Ministerio de Industria, Antonio Muñoz.
La crisis generalizada ha puesto, desde luego, un énfasis diferente a las opiniones, vertidas por los ponentes acerca de lo que hay que hacer para ser bueno empresarialmente hablando. Gravitaba en el ambiente, la sensación de que no eran tiempos para hablar de la excelencia, sino más bien para tocar a rebato o lanzar el sálvese quien pueda.
Pero, analizando la solidez de las ponencias, se comprende bien que las buenas intenciones y los conceptos claros tienen fuerza para salir a flote a pesar, o justamente por causa de, la crisis.
Al fin y al cabo, nos movemos dentro de la validez del segundo principio de la termodinámica que, no nos olvidemos, enuncia taxativamente que los pesimistas siempre acabarán teniendo la razón global. Lo que no impide que, en ese contexto de entropía -desorden- creciente, haya elementos activos que pongan orden en su entorno próximo, y lo rentabilicen para sí y los suyos.
Conceptos como la motivación del equipo, la percepción continua y dinámica de lo que necesita el mercado, la cooperación entre empresas que en otros campos pudieran ser competencia para sacar adelante un producto, o la colaboración con la Universidad, son ideas que todos hemos visto reiteradamente reflejadas en los documentos con los que los teóricos del management hacen su apostolado.
La ilusión con la que los ponentes expresaron esas y otras ideas, adaptadas a sus empresas y a sus campos de trabajo, puso el acento sobre lo personal y lo específico. Enriqueció el mensaje, haciéndolo próximo. Una de las preguntas que se formularon en el coloquio, relativas a la adaptabilidad de las empresas excelentes respecto a la crisis, permitió desvelar algunas claves en las que se ancla la capacidad de resistencia de las empresas más dinámicas:
a) Se confía en que la Administración pública, principal cliente para casi todas ellas, mantenga sus planes de inversión y contratación
b) Se han modificado los presupuestos, reduciendo los costes y revisando los márgenes para hacer el producto más competitivo en precios
c) Se dirige el énfasis hacia la tranquilidad, motivación y generación de nuevas sinergias entre el personal
d) Se espera que la crisis no dure mucho y, en todo caso, se hace referencia continua al carácter cíclico de estos fenómenos del sistema.
e) Se confía en el mercado y en la capacidad de resistencia de las empresas excelentes
f) La vocación empresarial no se dirige hacia la obtención de beneficios como objetivo prioritario, sino a la oferta de productos necesarios y de calidad.
Pues, pertrechados con impermeable y paraguas, solo queda esperar a que escampe.
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