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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el alcance de la crisis en el Partido Popular español

El Partido Popular está atravesando por una crisis. El Partido Socialista, también, pero se nota menos porque ha ganado las elecciones a Presidente de Gobierno. Los comentaristas entendidos están dando diversas razones que convergen, en lo que afecta a ambos partidos, en la necesidad de encajar el debate de los nacionalismos en la gobernabilidad del Estado.

La crisis del PP, que ha perdido dos elecciones generales seguidas -ésta última sin la excusa del terrorismo, pero con manifiesta debilidad en su flanco económico, justamente donde Rajoy  ha concentrado la atención-, ha visto puestas en evidencia sus dificultades para pactar con los partidos nacionalistas, lo que le obliga a pedir el voto en solitario para obtener la problemática mayoría.  

Esa situación se convierte en una losa electoral y un inevitable amotivo de discusión interna, que ha estallado ahora.

La cuestión surge a tiempo, porque así podrá discutirse el programa electoral.  El partido podrá renovarse donde haga falta, se revisará con calma la posición de su cúpula directiva, y el aparato promocional podrá prepararse para dar la batalla en las municipales y, con un margen de tres o cuatro años, haber ajustado las tuercas para las elecciones generales.

No estamos acostumbrados en España a vivir el debate interno de los partidos, y ése es un demérito de nuestra democracia, demasiado lastrada todavía por temores del pasado. La Historia nos desvela que se ha recurrido con mucha frecuencia a resolver las discrepancias con asesinatos, cuchilladas, asonadas, guerras y, en lo estrictamente político, con dolorosas excisiones de los disidentes despechados.

No ha habido cambios por causa del debate. El PSOE, la IU, el PP de hoy se parecen poco a lo que pensaron sus fundadores y, sin embargo, sus ideologías han evolucionado terriblemente, debido más al sello personal de sus líderes que a la opinión de la base militante.

Por eso, no hay que ragarse la camiseta porque María San Gil haya llamado la atención a su manera. Con su singular dimisión respecto a la presentación de la ponencia política en el Congreso del PP, incide en la necesidad de quitar miedos a manifestar la discrepancia, incluso poniendo el dedo de sal sobre la insuficiencia del debate en temas sustanciales  para el futuro del primer partido de la oposición.

Dicen que a San Gil le ha sentado mal la manera cómo se ha le ha puesto puente de plata a su mentor, Angel Acebes. Dicen que la situación favorece la propuesta de una alternativa a un Presidente del Partido débil, y que Esperanza Aguirre se lo agradecerá. Dicen que San Gil y Damborenea Magdalena fueron juntos a melones...

Desde nuestra neutralidad respecto a los partidos, creemos que es muy saludable que el PP aproveche esta época para limpiar formas y fondos de un pasado que no tiene ya nada que ver con la exigencia de los tiempos: la mayoría pepera está en la incorporación del debate nacionalista desde la comprensión del fenómeno, sin ahondar en un centralismo cerril, en la laicidad de sus planteamientos, en la crítica constructiva de lo que hará el gobierno del PSOE.

Un partido, el socialista, que, como todos los ganadores que repiten victoria, puede creerse que están poseídos por la gracia, cuando la realidad es que lo que les beneficia es la debilidad de su contrario para marcar con claridad las cada vez más escasas diferencias en el fondo.

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