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Al Socaire de El blog de Angel Arias

De verdad, ¿es tan grave deber dinero?

Obsesionados por los aporreos en la puerta, no exactamente de los acreedores, sino de su fanfarria acompañante, -formada por esbirros con visión de catalejo invertido-, los acongojados dirigentes de algunos (¿de todos?) estados europeos corren alarmados desde la caldera fiscal, en que nos tienen sometidos a los de las clases medias. hasta la puerta del viento fresco por el que deambulan los prestamistas hábiles en disimular el anatocismo.

¿Y qué? Si por culpa de tanto grito de mozalbetes empingorotados en diplomas que los habilitan, parece, para juzgar el valor de papeles pintados, resulta que los que estamos dando el callo y aguantando el chaparrón a posaderas prietas, acabamos siendo desfondados, ¿qué va a pasar?

He sido educado en la idea -con tintes voluntaristas, pero sólido fundamento ético- que los Estados no podían quebrar, aunque ya no me acuerdo bien de las razones específicas, que supongo que consistirían en una mezcla de ideas respecto a la importancia objetiva del ser humano, su capacidad de recuperación casi infinita, el impulso incontenible del progreso técnico para explotar los recursos naturales e incluso inventarlos donde no los hubiera o los demás no los quisieran ver y, no en última instancia, para apelar a la solidaridad global.

También recuerdo que quienes estaban más al tanto de los asuntos del dinero alardeaban de que lo importante no era tener como tener quien te fíe. Todavía de vez en cuando leo o escucho del hábito de gentes de postín que tienen a gala salir de casa sin la cartera, pues les parece que no estaría bien ensuciarse los pinreles con papel moneda, incluso aunque se lo dieran muy plastificado.

En consecuencia: si circunstancialmente no somos capaces de generar plusvalías colectivas en nuestra aldea, y mientras nos apretamos los machos, en lugar de acudir como pazguatos a los mismos que nos prestaron, para que nos dejen más dinero con el que pagarles los intereses comprometidos -y que, ya lo estamos viendo, nos conceden aumentando como les pete sus réditos futuros, amañando la pelota en nuestro exclusivo perjuicio-, propongo que les plantemos cara y les digamos que hemos salido sin la cartera, y que sigan apuntando lo que les adeudamos en sus libretas, que ya pasaremos a verlos cualquier día.

Y si no quieren apechugar con lo que toca, los disconformes que vayan a reclamar al maestro armero, y que nos dejen, atendiendo a lo nuestro, tan campantes.

Porque o nos quieren ayudar a salir del atolladero o si lo que pretenden es vernos aún más aturdidos soplándonos en las orejas con trompetas y fanfarrias, que sepan que, por no poder concentrarnos en lo que a todos importa, lo van a tener cada vez más complicado.

Al tiempo, entendederas.

 

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