Sobre huellas, sonidos y colores del agua.
Estamos inmersos en la moda de buscar la huella de lo que hacemos. Seguramente, complacidos de haberla dejado. Proliferan los análisis de las huellas de nuestro paso que, por supuesto, están relacionadas con la naturaleza. Por eso serán hídricas, acústicas, de carbono, ecológicas, ambientales...
Podemos estar orgullosos de haber superado los tiempos en que, al grito de ¡Agua va! los habitantes de las ciudadelas medievales vaciaban sus bacenillas arrojando el contenido de la ventana a la calle. Ahora, nuestras aguas negras se recogen en casi todas las ciudades civilizadas, se tratan en complejas instalaciones de depuración y, en algunos casos, se reutilizan.
No importa tanto que en el mundo -según cómputos misteriosos realizados por funcionarios bien pagados, se supone- estimemos en 1,5 millones los niños menores de 5 años que fallecen por beber agua en malas condiciones. Tampoco debe ser tan importante que casi 1.000 millones de semejantes -quizá no tan semejantes, después de todo- carezcan de agua potable en sus hogares y, por tanto, habrá de ser muy superior el número de los que no disponen de recogida de sus aguas cloacales y, no digamos, de estaciones para su tratamiento posterior.
Ah, pero no tenemos motivos para estar orgullosos. Nuestra huella hídrica -es decir, el balance entre el agua limpia que consumimos y la que devolvemos a la naturaleza- es francamente negativo, especialmente en el mundo occidental, el que se jacta de ser más civilizado.
Vienen muy bien estudios como el realizado por el profesor José Antonio Sotelo y un equipo de profesores multidisciplinar, y nos parece estupendo que la Fundación Mapfre dedique un dinero a pagar esa investigación.
El libro "La huella hídrica española en el contexto del cambio ambiental" es una ayuda inestimable para la reflexión en torno al uso y economía del agua en España.
Somos uno de los países de Europa que más agua per cápita consume, a pesar de ser el más árido de Europa: "tanto el consumo de agua azul como de agua verde supera los 100 km3/año".
¿Qué es el "agua azul"?. El profesor Rafael Llamas la ha definido como "la parte del ciclo hidrológico que la sociedad ha modificado para su aprovechamiento". El consumo de "agua verde" ("la que permite que la vegetación natural y los cultivos de secano se desarrollen normalmente"), por su parte es "la evapotranspiración del agua procedente de la precipitación en el suelo de cultivo".
A nivel mundial, "se estima que el uso total de agua dulce (agua azul) es de 4.000 km3/año y que otros 6.400 km3/año de agua verde son utilizados directamente en las actividades agrícolas", valorándose en 5.200 km3/año el volumen de agua azul y verde necesario para producir todo tipo de alimentos a nivel mundial. (Las estimaciones de Naciones Unidas la elevan a 6.000 km3/año: 1.000 m3/año por habitante del planeta).
La huella hídrica de España, con 40,5 millones de habitantes de media en el período 1997-2001, fue de 94 km3/año: 2.350 m3/hab-año.
Es interesante analizar los efectos económicos de ese consumo, según los diferentes empleos realizados. Enla parte andaluza de la cuenca del Guadina, por ejemplo, la productividad económica de las hortalizas es aprox. 15 €/m3, gracias a la producción bajo plástico y al empleo conjunto de aguas superficiales y subterráneas. Es muy alta, desde luego, comparada con los demás valores obtenidos para otras zonas y cultivos, que pueden estar por debajo de 1 €/m3.
Hay que profundizar en esos estudios. Y, sobre todo, hay que asumir un uso mucho más responsable del agua. Porque se nos está acabando el recreo, y hay huellas que no deberíamos dejar.
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