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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre liebres, conejos, galgos, podencos y otros animales con representación parlamentaria

Los periodistas acreditados en el Congreso de los Diputados de España, conceden todos los años varios premios a los diputados, en una cena que se celebra en el mes de diciembre. En 2010, el galardón al mejor orador ("premio Emilio Castelar") fue entregado al ministro que destaca también como mejor valorado del gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Como corresponde a quien tiene acreditada su facilidad de palabra, Rubalcaba hilvanó un discurso de agradecimiento ágil, simpático (despertó las sonrisas de los asistentes un par de veces) y, lo que es especialmente de agradecer en tiempos convulsos, distendido.

En esa línea de aquínoestápasandonada, el actual presidente del Congreso, otro incombustible de la política española, José Bono, se metió en unos berenjenales controlados -tampoco es personaje que dé puntada sin hilo- para dejar entreverado que Rubalcaba puede ser liebre -es decir, señuelo- para que corran, y se agoten persiguiéndola, los galgos de la carrera por la presidencia del Gobierno. 

Distinguió Bono entre tres tipos de liebres que se crían en España, acudiendo, dijo, al Diccionario y apuntó, para reforzar con un chascarrillo la semejanza, que una de ellas era, justamente, la cántabra.

Aludía así también al origen regional del ministro portavoz, que ponía cara de sorprenderse con el ingenio de su amigo en todas las lides, muy metido en el papel de admirador de Woody Allen, al que había recurrido para remedarlo por aquello de "no me merezco este premio, pero tampoco me merezco esta diabetes" (alopecia en Rubalcaba).

Como el Partido que, según las encuestas de opinión, va a ganar las próximas elecciones es el PP y su candidato indiscutible es Mariano Rajoy, los galgos que corren tras la liebre Rubalcaba no puede ser otros que los aspirantes a candidato a la Presidencia del Gobierno por parte del PSOE y, por tanto, seguros perdedores.

¿Es así de simple? No lo creemos. La capacidad de gestión de los temas difíciles que acredita Rubalcaba, su capacidad de improvisación para responder a las cuestiones espinosas, su tranquilidad de ánimo, entre otras cualidades admirables, lo hacen un duro contrincante si la coyuntura mejora.

No sería la primera vez que se concentra en la hipotética incapacidad de un líder la razón a todos los males, para, sacrificándolo como buco emisario, redimir a la tribu de los pecados colectivos.

Atentos, pues, conejos y podencos, y cualesquiera otros animales con representación parlamentaria. La carrera es de liebres, no de galgos; o así nos lo parece. Y Rubalcaba ya ha empezado a correr y, encima, parece haberse leído a Unamuno y haber visto mucho Woody Allen.

 

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