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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la trata de mulatas y lo que vale un pene

El Ayuntamiento de Sevilla, desde finales de agosto de 2008, está desarrollando una campaña contra la prostitución que descansa en la colocación de varios carteles donde se ve, de espaldas, a un hombre y a una mujer -él le pone una mano sobre el pantalón; ella podría ser latinoamericana- y en los que puede leerse: "¿Tan poco vales, que tienes que pagar?"; y en letra algo más pequeña: "La prostitución existe porque tú pagas".

Como no hay que juzgar un anuncio por su intención, sino por el efecto que nos produce, tenemos que afirmar que el mensaje de los carteles nos parece machista, vejatorio para la mujer y, aún más grave, incitador a la violencia. Podría deducirse que anima subrepticiamente a que se disfrute gratuitamente del sexo, como fruta abandonada en el árbol de los deseos.

Mucho se ha escrito, comentado y discutido acerca de la prostitución, pero pocas  decisiones realmente rompedoras se han tomado. Las corrientes de opinión parecen centrarse en dos extremos: En un lado, quienes defienden que la prostitución forma parte del ejercicio de las libertades, y que, guste o no, hay que tolerar que una mujer -o un hombre- deseen comercializar con su cuerpo y convertir ese trasiego de carne por dinero incluso en su profesión; en lo que hay mayor consenso es en declarar que lo que habría que perseguir sería la explotación por terceros de quienes ejercen la prostitución.

En el otro lado, estarían quienes urgen a la inmediata abolición de cualquier permiso, expreso o tácito, para ejercer la prostitución, considerándola una aberración del uso de las libertades, porque ofrecer su cuerpo para disfrute de otro es algo que nadie puede desear libremente, ya que atenta contra la dignidad de los prostituídos, que se convertirían en vehículo paciente y no en compañero del que obtiene placer a costa suya.

No parece haber prisa en tomar decisiones, según algunos. Naturalmente, ésos son los interesados en mantener el estado de las cosas, porque se benefician de él: organizaciones mafiosas, chulos, redes de blanqueo de dinero, impulsores de la inmigración ilegal, corruptos, rijosos, enfermos sexuales, inadaptados, incultos, machistas, putos, ...

Nunca estarán entre los beneficiados los propios prostituídos, aunque cobren -algo- por hacerlo. El dinero no paga el descrédito social, la caída moral, el resbalón por la autoestima... Hacer la calle, aunque sea en un palacio, no es una profesión, es una lacra social y una vergüenza de nuestra sociedad de consumo, que pretende que tiene lugar en el mercado el intercambio de libertad propia por gozo (de otro)

Como es sabido, la trata de blancas era perseguida como delito en un tiempo en que la trata de negras estaba permitida, para ser dedicadas a la esclavitud, bien laboral o sexual: coherentes con la idea de que la raza blanca era superior, la tolerancia hacia las mafias que raptaban y prostituían esclavas negras, se transformaba e intransigencia legal si el objeto eran mujeres -siempre fundamentalmente mujeres- de raza blanca.

Hoy sigue habiendo en España trata de blancas, -de países del Este de Europa, fundamentalmente- pero, sobre todo, hay trata de mulatas -de Brasil, Ecuador, Perú y otros países de Latinoamérica-. Mujeres que han sido engañadas por sus raptores -a veces, falsos amantes, novios, amigos- y a las que se exige un rescate elevado, pagadero en "servicios de prostitución" para que puedan recuperar su pasaporte y la libertad.

No podemos tolerarlo. No sabemos lo que vale un pene, pero será siempre mucho menos que la dignidad y la libertad de cualquier ser humano. No hay ejercicio libre de la prostitución: el cuerpo humano forma parte inseparable de un espíritu que configuran con él la persona; y no se puede defender que quien prostituye su cuerpo a cambio de un dinero lo hace desde la libertad de disposición, porque no se puede disociar la realidad de haber prostituído también una parte de ese espíritu, de la conciencia del ser.

Hay que prohibir todas las formas de prostitución y defender la libertad para el ejercicio de la actividad sexual, con el principio de que sel placer o es recíproco o es utilización, o sea, explotación.

 

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