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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el despilfarro del tiempo que nos queda

Parece un título poético, y lo es, o pretende serlo. El tiempo que nos queda es aquel en el que debemos entregar el resto de nuestra vida. Despilfarrarlo es dedicarlo a actividades inútiles o menos útiles de las que podríamos teóricamente ejecutar.

Habría que empezar delimitando algunos acuerdos respecto a lo que se puede entender por utilidad en el empleo del tiempo. La función de utilidad, o provecho, es una de las funciones más complejas que puedan estudiarse en psicosociología. Desde el "actúo en mi provecho", y "hay que disfrutar al máximo de la vida" hasta "me debo a la colectividad", van múltiples variantes. La forma de traducir, en dinero, en satisfacción personal, en especies, en aplausos o en glorias, los trabajos y esfuerzos realizados, lleva a varias escalas de medida.

Otro asunto de especial interés realacionado con el tema es tratar de entender cuáles son los condicionandos, externos e internos, propios y ajenos, que favorecen o nos impiden la dedicación más útil de nuestro tiempo. Sobre todo, si estamos dispuestos a entregárselo a los demás. "Hay que impedir que este cerebro piense durante 20 años", dijeron de Gramsci los que lo encarcelaron. Por diferentes motivos, así actúan algunos de los que tienen poder sobre otros.

En el microcosmos, cuando observamos lo que sucede en nuestras calles encontramos ejemplos flagrantes de despilfarro, y otros tantos de falso ahorro de tiempo. Gentes que juegan a las máquinas tragaperras, hacen solitarios con las cartas, resuelven sudokis frenéticamente, por no hablar de los que, además, acortan su futuro, emborrachándose o drogándose...

Gentes que arriesgan su vida y la de otros para adelantar peligrosamente en una curva con el vehículo a toda velocidad para luego detenerse a tomar una copa, intelectuales de saloncete que devoran libros sin digerirlos, para presumir de que los han leído, visitantes de museo que pasean a uña de caballo entre las salas, ...

Sobra mucho tiempo, podría pensarse, al ver tanto despilfarro. Faltan decisiones de cómo utilizarlo correctamente. Se necesitan valores para introducir escalas de medida que nos hagan entender que el tiempo no nos pertenece en realidad. Sobre todo, el tiempo que nos queda.

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