Ingenieria para Abogados y Economistas: Cómo aprovechar lo que se sabe para crear una empresa
Este capítulo, escrito desde España y fundamentalmente para españoles (pero no solo) va dedicado, en realidad, a los tres colectivos: ingenieros, abogados y economistas.
Debo comenzar indicando que la decisión de crear una empresa no figura en los planes de estudio de ninguna Universidad. Ni siquiera la posibilidad de actuar como autónomos, colocando a la puerta de la vivienda la plaquita identificadora y encomendándose a la Divina Providencia, a las influencias de los papás o a las habilidades comerciales del licenciado.
Hay que hacer, sin embargo, una importante matización: la posición ante la opción de ejercer como autónomos no se plantea de la misma manera ni en la misma época de su vida para los egresados (esto es, los recién licenciados) de esas tres vías discentes.
Son, escasos incluso hoy día (escribo esto en julio de 2012), en donde las nuevas tecnologías deberían ofrecer inmensas posibilidades de sustitución de formas de hacer a las empresas tradicionales y, por tanto, de aplicación de conocimientos y técnicas novedosos que sus profesionales de plantilla no poseen, los ingenieros que se animan a montar su propia empresa, uniendo capacidades con otros jóvenes técnicos.
Y, sin embargo, existen multitud de campos en los que un joven ingeniero bien formado -no importa si en la ingeniería de caminos, agrónomo, minas, telecomunicaciones, naval, etc.- tendría ocasión de poner en práctica lo que, en teoría, debería haber aprendido.
Los licenciados en derecho que, en específica demostración de coraje, se decidan a ejercer como abogados, sí encontrarían la posibilidad -superado ahora el período de prácticas, no en pasantía, como ordenaba el buen tino, sino en la Escuela Jurídica- de empezar a sacar provecho de lo que aprendieron. Poco provecho, en verdad, si somos realistas, pues el número de letrados que se mueven en el proceloso mar de la pleitomanía hispana es abrumador y son los grandes bufetes los que se llevan el gato al agua, los mejores casos y...las sentencias más favorables (pido disculpas a sus Señorías, pues esta regla, además, no se cumple en mi caso).
Caso aparte merecen los licenciados en empresariales (y todos aquellos que en este Manual he venido refiriendo como economistas). Salvo que pretendan vivir realizando contabilidades a empresas de medio pelo (pero no por ello de ejercicio menos dificultoso) o a hacer declaraciones fiscales a troche y moche (en dura competencia con los funcionarios de Hacienda), poco margen les queda para actuar de independientes.
(continuará)
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