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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre lo pequeño

El ser humano está mejor preparado sicológicamente para entusiasmarse con lo grande que para apreciar lo pequeño. Y la tendencia a ensalzar lo grande como preferible ha adquirido intensidad en el siglo XX, para instalarse como norma de valoración en lo que llevamos del XXI.  Lo cotidiano está lleno de ejemplos. Desde el Big Mac hasta los Megaconciertos o los Gigatron, todo nos ha crecido.

Los instrumentos de observación y medida nos han ampliado el horizonte de lo perceptible, de lo mensurable. Para cuantificar lo más grande y lo más pequeño, precisamos por ello de nuevas unidades, que nos sirven también para referirnos con brutal exageración al tamaño de los productos comerciales. Encontraremos cada vez más Gigas (10 exp 9), Teras (10 exp 12), Zettas (10 exp 21), Yottas(10 exp 24), nanos (10 exp -9),  picos 10 exp -12), zeptos (10 exp -21), yoctos (10 exp -24), en nuestra vida.

Sin embargo, como no estamos preparados sensorialmente para disfrutar de lo diminuto, aunque hasta el más lerdo puede admitir que se han conseguido avances sustanciales con las nanotecnologías, en lo cotidiano nos hemos centrado en la valoración de lo grande, de lo gigante, de lo máximo.

"Caballo grande, ande o no ande", es el principio que hemos llevado a la exageración absoluta. Cuanto más grande, mejor. Grandes edificios, descomunales monumentos, gigantescas expresiones escultóricas, tremendos bastidores en donde se acumulan líneas y manchas de tamaños ciclópeos, incontrolables congregaciones de forofos ante cualquier manifestación seudocultural, etc.

Los políticos, empresarios, organizadores de toda índole se esfuerzan en ofrecer, inaugurar, impulsar lo inmenso, lo más grande. No lo más alto, ni lo más fuerte, ni lo más veloz. Lo gigantesco es lo que merece el mayor aprecio, lo que más apabulla.

Las consecuencias son nefastas. Hemos perdido el sentido de lo artístico, que ha sucumbido ante el tamaño: si es más grande, más bonito. Museos y ciudades se están llenado de bazofias cuyo único engañoso valor es la dimensión. En el mundo de la economía, aunque se oyen voces acerca de la importancia de la pequeña empresa, como creadora de empleo y riqueza estable, se apoya en lo práctico a las grandes empresas, cuyos propietarios son más influyentes y de las que las movilizaciones laborales resultan mucho más efectistas.

Solo de vez en cuando aflora, como un recordatorio tenaz, la fuerza de lo pequeño. Que no es solo a menudo hermoso, como apuntó Shumacher, sino mucho más: imprescindible, activo, esencial, modesto, complejo, peligroso,... Porque tiene, exactamente, los mismos atributos de lo grande, (salvo el tamaño)porque los factores de escala no afectan al valor, sino que son una consecuencia relativa de la dimensión del observador y su propia capacidad para apreciar el tamaño.

Como hace tiempo que los seres humanos no pertenecemos al centro del Universo, nos parece importante destacar que deberíamos concentrarnos en manejar la utilidad de las cosas en relación con nuestro tamaño y apreciar más lo que, con los ojos de la razón y condicionados por la potencia de la vista respecto a lo que tenemos al alcance de la mano y de la inteligencia, hemos venido calificando como "pequeño".  

 

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