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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la conservación del Toledo antiguo

Si se pudiera apostar por el futuro de una ciudad española, pondríamos una buena parte de nuestros activos sobre Toledo. Descendida a lo largo de los siglos desde ciudad principal del Reino visigótico a capital de Castilla-La Mancha, las muchas batallas que ha tenido que librar por su subsistencia le han dejado múltiples heridas pero no le han privado de un encanto singular.

Toledo es hoy Patrimonio de la Humanidad, palabras mayores que suenan muy bien a oídos del visitante, pero que quizá no le hagan entender que, como todo ciudad construída de viejos edificios, corre un riesgo permanente de desmoronarse, por lo que hay que dedicar a su mantenimiento y restauración, muchos dineros.

La restauración del Toledo antiguo, en su parte de arquitectura civil, ha tenido en los útlimos diez años un empuje sustancial. Le queda todavía. Un paseo detenido por las calles y callejuelas del casco histórico descubre la labor que aún queda por hacer. Acá y allá un edificio presenta sus heridas, ventanas desvencijadas, huecos por los que entran las prolíficas palomas, arrullando a sus crías en este comienzo de primavera. Hay balconadas que parecen amenazar caerse sobre el viandante desprevenido.

Los visitantes de la ciudad, cámara digital en ristre, toman miles, millones de fotos de una combinación única de esplendor, riqueza monumental y artística, y decadencia aún no salvada. Existen importantes ayudas públicas para dejar al Toledo histórico "planchado", pero no parecen suficientes o no han conseguido aún movilizar a todos los que debieran haberlo sido.

Hoy es posible acercarse de Madrid a Toledo en menos de media hora. La escalera mecánica que conduce desde la parte nueva al casco histórico es un prodigio de buen gusto arquitectónico y agilidad para la movilidad ciudadana. La vista desde Roca Tarpeya, en el museo Victorio Macho, es, posiblemente, un anticipo de la eternidad serena. Turistas propios y, sobre todo, extranjeros, acuden regularmente, comprando dócilmente esos recuerdos que se asocian a lo toledano: espadas, mazapanes, encajes, repujados...

Se nos antoja que, para rehabilitar completamente a Toledo habría que impulsar un comercio menos "tradicional", diversificando la oferta -cultural, gastronómica, lúdica-. Hay que recuperar plenamente el centro toledano para la vida normal, para la convivencia diaria y sacar definitivamente los vehículos privados del casco antiguo.

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