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Al Socaire de El blog de Angel Arias

¿Un gran país bananero? (y 2)

No he previsto en este Comentario pasar revista a las supuestas carencias de la idiosincrasia hispana, (tema que es best teller en los foros en donde los españoles nos dedicamos a criticar a los vecinos, creyéndonos que al atribuirles nuestros defectos quedamos aliviados de que no nos los carguen), sino concentrarme, en esta segunda parte, en el déficit mayor que encuentro en nuestro país, que es el técnico.

No tenemos buenos técnicos, no los apreciamos y no sabemos cómo formarlos ni, por supuesto, qué hacer con ellos. Y un país sin una buena base técnica es un país dependiente y consecuentemente, subdesarrollado.

Entiendo la técnica no solamente como un ejercicio propio de la ingeniería. Me estoy refiriendo al conocimiento que permite saber de una materia, en profundidad y con solvencia, para poder aplicarla, felizmente o con alta probabilidad de éxito, para resolver problemas y para generar nuevas soluciones y desarrollos, haciendo así crecer el conocimiento.

Desde luego, una de las causas de este descalabro técnico la tiene la proliferación de Universidades de medio pelo en España, producto de una concepción de la enseñanza que ha pretendido destruir la espuria relación entre élites intelectuales y élites sociales, rebajando los niveles formativos creyendo que así se hacía socialismo.

No será fácil reconstruir ese destrozo, llevará años, y costará disgustos. Pero hasta que no tengamos una Universidad de prestigio -globalmente prestigiosa, no con un par de centros aislados enchufados en el ránking de las cien más estimadas-, seremos un país subdesarrollado.

Un éxito -ni qué decir si pretendemos, además, una cadena de éxitos- jamás es mérito de una sola persona, sino de un equipo. Esta afirmación general, vale también, y especialmente, para quienes trabajan en la investigación o en la docencia.

Si los mejores se tienen que ir a trabajar al extranjero, si los buenos alumnos no aceptan el trabajo en las Universidades para integrarse como comerciales en las empresas, si el paso por la política sirve como preparación para ocupar después puestos en la empresa privada, si se prejubila o se despide a los que más saben sin atender más que a la economía del corto plazo, el diagnóstico es inmediato: se está despreciando a la técnica y se está estrangulando el futuro.

El Ejecutivo está concentrado en una labor económica, conducida, en buena parte, por abogados del Estado en excedencia. Los veo analizando las cuentas, repasando los apuntes contables, con o sin manguito, con o sin el lápiz detrás de la oreja.

No me los imagino proponiendo ideas de desarrollo, tomando decisiones para ampliar campos de investigación, seleccionando sectores tecnológicos a los que impulsar, llamando a los mejores técnicos para que construyan las líneas en las que asentar el crecimiento. Y que no me los imagine yo, no es un problema. El problema está en que no se los imagina nadie.

Ni nos imaginamos hoy así al ejecutivo del PP, ni -y esto que vivimos es la consecuencia- les hemos visto a los del PSOE, cuando estaban en el Gobierno, preocupados por la ciencia.

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