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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Paseo entre el amor y la muerte de un español del siglo XXI

Quizá porque en las últimas legislaturas socialistas y especialmente en la última (2008-2011) nos han endilgado a los españoles demasiadas palabras mentirosas, ahora se nos están aplicando demasiadas medidas dolorosas con muy pocas palabras de explicación.

Y avanzamos por un campo de muertes -de empresas, de ilusiones, de ideas-, sin que se entienda en absoluto hacia dónde vamos. Como si se tratara de un camino en solitario hacia ninguna otra parte más que a más desolación.

Tiempo de especulaciones, pues, mientras el fragor de las explosiones -bombas de racimo, en su mayoría- nos aturde aún más. Se dice que estamos a punto de salirnos del euro, y que se están estudiando a uña de caballo las medidas que plasmarán el cambio a una moneda propia. Supondrá, se especula, una devaluación súbita del 30%. Es decir, nuestros ahorros y nuestros ingresos sufrirán, de pronto, una pérdida de poder adquisitivo global brutal.

Se dice que la segregación de los activos tóxicos bancarios hacia nuevas entidades es inminente y que esta fórmula servirá para sanear los balances de estas sociedades del capital. La medida es una continuación de otra fallida, que ha sido la adsorción (empleo la "d" a sabiendas, pues ha sido superficial) de ciertas Cajas por otras, teóricamente más solventes, y que, se dice, al no estar dando el resultado apetecido, se deshará a la inversa, devolviendo al caos lo que es del caos.

Se esgrime que la pésima gestión pública de las Administraciones -no me importa si regionales, locales o centrales: forman parte de la unicidad del Estado- ha conducido a un endeudamiento intolerable, en el que será precisa una quita por los compromisos adquiridos -correspondientes a obras y servicios ya realizados- y nos enteramos, con estupor (yo, al menos) que una parte sin determinar de ellas (pero no despreciable) ha correspondido a proyectos inútiles, puentes inacabados, trenes de Ave (por poner un ejemplo que ha trascendido) que jamás han sido ni serán utilizados y, santo dios (no lo escribo con mayúsculas por respeto), que una cantidad que nunca se descubrirá (pero de la que tenemos suficientes constancias para imaginarla grande) ha sido dedicada a sobornos, pago de corruptos, arreglo de cosas y casas privadas.

Mientras avanzamos, no se sabe bien hacia dónde, guiados -se sospecha- por los disparos al aire -y a algunas piezas valiosas- de las agencias de valoración, que nos han provocado, cual manada de rumiantes, la estampida; alarmados -sabemos- por las expropiaciones jocosas de países amigos de supuestas joyas de la corona (que se nos cae, también); jaleados, con gritos de "así, así se hace", por políticos extranjeros con careta de polichinelas, ¿qué nos queda?

Pues que estamos enamorados. De nuestra manera de saber vivir, del orgullo de nuestros jóvenes capaces, de nuestros intelectuales sensatos, de nuestra honestidad general, de nuestro empuje para salir, por güebos, de esta maraña que nos han echado encima, el contenido de varios cubos de la basura mundial.

Porque podemos, carajo. Aunque tengamos que empezar de nuevo a hacer este país desde la base. No es momento para Quijotes ni para Sanchos, al menos, no con los esterotipos de quien creen conocernos sin habernos entendido.

Es tiempo de héroes y heroínas, y es momento para que surjan otra vez, siempre del pueblo, Agustinas, Daoízes, Velardes, Irmandiños, Viriatos, Segadors, aceituneros, Marías Malasañas, ... No de arrugar los entrecejos como quien está para poner huevo y lo que consiguen es, como no puede ser de otra manera en operaciones de mala digestión, pues, ...cagarla.

 

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